sábado, 27 de septiembre de 2025

ELOGIO DE LA REBELDÍA


 ELOGIO DE LA REBELDÍA

Libro Autor Lamberto Maffeí

Editor Alianza

PRIMERA EDICIÓN 2017

 

LIBRO RECOMENDADO

Si en "Alabanza de la lentitud" el neurobiólogo Lamberto Maffei rompe una lanza a favor del provecho y adecuación que para toda actividad humana, pero especialmente la relacionada con los procesos cerebrales, tiene el no dejarse arrastrar por el vértigo de la vida actual, en "Elogio de la rebeldía" –obra en cierto modo complementaria– llama la atención acerca de los perjuicios que el estilo de vida que nos viene impuesto, mediatizado en gran parte por estímulos y demandas constantes, pantallas y clics, causa también a un espacio fundamental de la actividad cerebral y, por extensión, humana: aquel que demanda no sólo una conexión afectiva y efectiva con los demás, sino también con la naturaleza, el clima y la realidad física que nos rodea. Arte, ciencia, cultura, son expresiones de rebeldía, de libertad, de un cerebro que no es pasivo y conforme, sino que quiere ir más allá, y esto, nos explica Maffei, «es expresión del cerebro lento, del cerebro del tiempo y del lenguaje, del diálogo con los demás»

Autores y Colaboradores

Lamberto Maffei (Autor/a).

Alejandro Pradera (Traductor/a)

En la introducción hemos tomado lo siguiente:

“Para que un pensamiento cambie el mundo, primero tiene que cambiar la vida de quien lo concibe. Tiene que convertirse en ejemplo”

Anotado por Albert Camus

En Carnets, enero de 1942 marzo de 1951

Un día iba de Jerusalén a Jericó, o mejor dicho, de Pisa a Lucca, en un autobús de la empresa Lazzi: los apósteles se habían quedado en casa, cansados y desesperados porque el pueblo ya no los seguí, y los hombres pecaban, traicionaban, robaban, mataban exactamente igual que hoy en día; yo no paraba de rezarle al Señor para que me permitiera obrar un milagro y convencer a los hombres de que tenían que respetar los valores que Él les había dado, la honestidad, la solidaridad, el amor por el prójimo, decían, pero el Señor no me escuchaba porque al hombre se le había concedido el libre albedrío, un reglado demasiado grande y demasiado pesado, como dijo el Gran Inquisidor en Los Hermanos Karamazov

Repantigado en el asiento trasero del autobús, dejaba que mi pensamiento vagara por los senderos de la fantasía y de la memoria, y por las ventanillas veía los prados llenos de luz y de flores: la primavera había estallado de repente

Cuántos mundos hay en el mundo, el de las aves, el de los peces y el de los hombres y, dentro de este, el mundo de los ricos y el de los miserables, el de los enfermeros y el de los que empuñan un fusil. Busco al hombre, decía Diógenes el cínico (Sinope, 412 a. C. – Corinto, 323 a. C.), cuando salía por las calles y las plazas de la ciudad de Atenas a plena luz del día con su farol. En cambio yo, a bordo del autobús de la empresa lazzi, me buscaba a mí mismo, e intentaba recomponer estos collages de pensamientos confusos que se agolpaban en mi mente. Tenía un indudable sentimiento de rebeldía hacia una sociedad con la que no me siento en sintonía, dominada por el dinero, y donde la cultura obedece a unos contables que por su profesión son más sensibles a las cuentas que al pensamiento o a los sentimientos. Los hombres vuelven a adorar una vez más al vellocino de oro, han olvidado al Señor, y ya no respetan las palabras de Moisés, que acarrea con dificultad las pesadas leyes escritas en piedra, para que el tiempo no las borre, pero los hombres, como ocurre en el Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, se han vuelto todos ciegos, o tal vez es que ya no saben leer

Yo también, con mi estrecha visión de ciudadano, miope por mis ojos y por mi cerebro, atormentado por las dudas como todo ser pensante, veo las tablas de la ley hechas añicos, y quisiera llamar a Aarón para protestar e intentar remediar la situación, pero no veo a nadie y me quedo solo y desconsolado

No obstante, llevo conmigo mi ordenador portátil, un smartphone de última generación, no necesito a los apóstoles, puedo comunicarme con quien me apetezca, no tengo que acarrear las pesadas tablas de la ley, y gracias a Google puedo leer cualquier cosa que se me antoja en Internet, comunicarme con personas a las que no veo y que acaso ni siquiera conozco. Tengo la impresión de que es igual que comunicarse en el desierto, donde la voz se propaga sin obstáculos, pero se la lleva el viento, y se pierde en los oídos sordos de la arena

En este espíritu de inquietud y de rebeldía se me antoja que lo de estar cerca de todos y de todo ha destruido o deteriorado la maravilla ante lo nuevo, ante el encuentro, y cuando uno pierde el don de maravillarse se vuelve pobre, incluso tal vez desesperado, y se pregunta cuál es el sentido de su viaje terrenal si se le priva del deseo de explorar. Paradójicamente, la tecnología y la globalización ha creado soledad, provocada por un exceso de estímulos, por una saturación de todos los receptores, y en particular de los auditivos y visuales, que inducen una actividad frenética del cerebro, y con ello le han quitado espacio a la reflexión, o incluso han impedido la libertad del pensamiento, saturado por los estímulos sensoriales, como por ejemplo las conexiones a Internet o la televisión

Una soledad que podríamos denominar la paradoja de la soledad, puesto que en apariencia es todo lo contrario. Es la soledad de un cerebro que, solo en una habitación, envía y recibe noticias únicamente a través de mensajeros instrumentales informáticos, pero que a menudo ha perdido el contacto afectivo con los demás. El cerebro excesivamente conectado es un cerebro solo, porque corre el riesgo de perder los estímulos fisiológicos del ambiente, del sol, de la realidad palpitante de vida que le rodea

Esa es la soledad de los más jóvenes, pero también se ha creado una soledad casi inversa, aquella en la que los receptores con el exterior acaban crónicamente infraestimulados, lo que provoca una menor actividad cerebral y un funcionamiento deficiente del cerebro

En efecto, un cerebro carente de estímulos es un cerebro prácticamente en coma, porque es la estimulación, incluida la endógena, por ejemplo la estimulación procedente de la memoria, lo que incrementa la actividad cerebral, provocando la activación de múltiples cadenas moleculares, que son la base necesaria de la vida del pensamiento. Un ejemplo habitual es la situación de muchos ancianos condenados a una vida solitaria, debido a la moderna organización, o desorganización, de la vida familiar, y empobrecidos, también a raíz de los rápidos avances tecnológicos en el campo de las comunicaciones, que ellos no han sido capaces de seguir, y que en cambio son fácilmente asimilados por los jóvenes. La jerga técnica de la informática, propia de los hijos y de los nietos, llega hasta el extremo de dificultar la conversación en familia, si es que por suerte existe. Esa soledad puede ser también la causa o un factor determinante de patologías como la depresión o de distintos tipos de demencia senil. Y, como dice Martin Buber, la vida de un yo resulta difícil sin un tú. Ese tipo de soledad no es exclusivamente propia de los mayores, sino habitual entre ellos, y es la típica y común soledad de un anciano

Yo, que soy anciano, no me siento en armonía con este mundo. Me siento débil, y sin embargo soy fuerte en mis esperanzas y mis propósitos, y experimento un sentimiento de rebeldía contra la injusticia, contra las cosas horribles que me parece ver crecer en mi prójimo y en mí mismo

Los apósteles llevaban un mensaje de renovación, la buena nueva que iba a cambiar el mundo, devolviéndole la dignidad a los pobres, o por lo menos la esperanza de un futuro. Era la rebelión de Jesús con las armas del amor. Puede que también la buena nueva se pierda en los oídos sordos de la arena, y que también sea un engaño, pero ha señalado un camino, que no está empedrado de violencia sino de comprensión, y despierta ese mínimo de justicia y de moralidad que los genes han escondido dentro de cada uno de nosotros. Es posible que todas las palabras le hayan sido dadas al hombre para engañlarse a sí mismo y a los demás, como dice Voltaire (1694 – 1778), pero hay palabras consoladoras y palabras arrogantes: las primeras pueden ser un eficaz placebo en la enfermedad, y las segundas, su agravamiento. ¿Por qué razón la evolución habrá pensado en las palabras? Los animales, que carecen de ellas, se comunican entre sí a grandes rasgos, pueden comunicar violencia, ferocidad, dolor, pero nunca engañan ni mienten. Cabe destacar que el lenguaje de signos de los sordomudos es más genuino, y no logra ocultar las emociones y las mentiras, miente aunque se esfuerce por no dejar traslucir sus emociones, como por lo demás también ocurre con la circulación cerebral,  que sin embargo resulta más difícil de detectar. El cerebro, más antiguo que las emociones, no es capaz de mentir

Pero el desarrollo más reciente del hemisferio del leguaje, del hemisferio de la racionalidad, permite hacer malabarismos con las palabras a nuestro antojo para superar la barrera de la racionalidad de nuestro interlocutor y engañarle, estafarle. Ese juego, el de engañar al prójimo, es tal vez uno de los más laboriosos de la inteligencia. A menudo se invocan la claridad y la transparencia de los contenidos en los mensajes políticos o administrativos, porque el ciudadano tiene derecho a saber la verdad, pero todo lo contrario, tanto los políticos como los burócratas han inventado su propio lenguaje, abstruso y difícil, carente de racionalidad comunicativa, precisamente para que el mensaje resulte confuso. Se llega al absurdo de que hagan falta especialistas para interpretar sus discursos o sus escritos, e incluso los propios burócratas raramente coinciden en sus interpretaciones. El cerebro, el sentido común, la crítica, la honestidad están en rebeldía

Cuando la palabra pierde su aura de cuento, cuando apunta directamente a la maquina de la razón, entonces es ciencia. No obstante, también en ese caso se recurre, o se debería recurrir, a la descripción matemática o al lenguaje de la lógica para estar seguro de no caer en las trampas de la palabra. La palabra se parece al enamoramiento, una trampa maravillosa: es como si, en palabras de José Saramago a propósito de la vida entera, en un determinado punto de su camino, la evolución hubiera decidido que, para ser hombres, era necesario asumir riesgos, y nos hubiera regalado esa trampa

No obstante, el hombre se dio cuenta de que la palabra viajaba por el aire y con el viento hasta una distancia bastante limitada, casi exclusivamente hasta que uno podía ver a su interlocutor

Quiso entrar en la obra de Dios y mejorarla, para poder hablar muy lejos, al otro lado de los océanos, para poder enviar mensajes a cualquier lugar y a una velocidad increíble, para poder comunicarse incluso con los hombres en el espacio

Si las palabras pueden ser el medio para engañarnos a nosotros mismos y a los demás, los medios de comunicación inventados por el hombre no le van a la zaga. Por añadidura, tienen el agravante de que no es posible medir la resistencia eléctrica de un interlocutor distante ni aplicarle técnicas de neuroimagen. El progreso de las comunicaciones ha traído consigo como efecto secundario negativo también el aumento de las posibilidades de engañar al prójimo

Las sirenas de los medios de comunicación, esa nueva categoría de prostitutas, muy a menudo están a sueldo de los empresarios adinerados y de los bancos, o peor aún, de la propaganda política de un dictador. A veces esos medios están en números rojos pero, en contra del sentido común, reciben subvenciones porque resultan indispensables para la manipulación del pensamiento. Es cierto que existen medios de comunicación que intentan sacar a la luz los grandes engaños, pero son de una fuerza menor, y en lo referente a la prensa escrita, tarde o temprano no tienen más remedio que cerrar, como estamos viendo constantemente

Estoy en rebeldía y me da miedo pensar en un posible aumento drástico de mi oscilante tensión arterial

Ya es de noche, me asomo a la ventana y debajo del cerezo, con el calorcito de mayo, las luciérnagas han hecho su aparición. Es una alegría para la vista y para el alma, y mis recuerdos se centran en los héroes de mi juventud y en Pier Paolo Pasolini, que, con sus ojos de poeta había vislumbrado posibles desastres. Atrapo una luciérnaga y, como hacia de niño, la pongo debajo de un vaso, para que mañana me regale por lo menos ¡una pizca de esperanza!

ÍNDICE:

Introducción

1.

La gran telaraña

2.

¿Qué diría Galileo?

3.

Idolatría del dinero

4.

Condenados a dormir

5.

Plutocracia

6.

La rebelión de la razón

Créditos

FICHA TÉCNICA:

1 libro

128 páginas

En formato de 12 por 18 cm

Pasta delgada en color plastificada

Primera edición abril 2017

ISBN 9788491047049

Autor Lamberto Maffei

Editor Alianza

 

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