DESARMAR AL PIBE CHORRO
Rodeos en torno a las transgresiones juveniles urbanas
Libro Autor Esteban Rodríguez Alzueta
Editor Didot
PRIMERA EDICIÓN 2023
LIBRO RECOMENDADO
En
Argentina tenemos una expresión muy cómoda para nombrar a los jóvenes
problemáticos, una suerte de metáfora: "pibe chorro". Esos pibes que,
antes de ser "chorros", fueron también los "menores",
"los delincuentes" o los "jóvenes en conflicto con la ley penal"
El
delito juvenil suele ser presentado como un "flagelo", es decir, como
un evento negativo que desordena a la comunidad, rompe los vínculos sociales,
desafía a las instituciones. Pero como luego se verá, el delito protagonizado
por los jóvenes tiene un componente productivo que no hay que perder de vista a
la hora de comprenderlo. Un costado que hará que sus ilegalismos sean difíciles
de combatir toda vez que se han vuelto recursos económicos y políticos
necesarios para reproducir la vida y sostener otras formas de sociabilidad
La
criminología bricollage es una criminología comprensiva y colaborativa toda vez
que se propone aunar los diferentes puntos de vista que se han ensayado en
torno al crimen, según distintas metodologías y estrategias de campo. El acceso
a la realidad es múltiple y plural. Aspiramos a la máxima amplitud de mira
científica, por eso nuestro utillaje conceptual será variopinto. De esa manera
buscaremos asediar a un objeto que se posa sobre arenas movedizas. Lo asediamos
cuando lo construimos. Actuar por asedio nos permitirá constelar problemas
complejos: nos moveremos a medida que se mueva el objeto que tenemos delante, y
la mirada sobre ese objeto escurridizo saldrá transformada también. Ya no
seremos los mismos de antes, tendremos más preguntas en el haber, pero también
más puntos de partida para recomenzar la próxima vez
ÍNDICE:
Introducción
/ Constelaciones complejas para desarmar
a
los pibes chorros
CAPÍTULO 1
= Mitificaciones
= Un
revólver en la cabeza
= Perezas
y modorras
= Cancelaciones
y banalización de la realidad
= Jibarización
y chivos expiatorios
CAPÍTULO 2
= Entretelones
= Pobreza
y lumpenaje
= Desorganización
y descontrol
= Desigualdad
y descontento social
= Anomia,
desorden y fragmentación: malestares sociales
= Declive
institucional y desbande juvenil
= Mercado
y consumos malditos: lujo y joda
= Los
asesinos de Hemingway
Palabras
filosas: estigmas y prejuicios
= Catarsis
y resentimientos sociales
= Profecías autocumplidas: círculos
violentos
CAPÍTULO 3
= Agencias
= El
niño criminal
= Una
trinchera cultural: Sobrefabulaciones,
cultura
de la dureza y pibe chorro hiperreal
= Malas
yuntas: estrategias de pertenencia
= En
el limbo: deriva y justificaciones
en
torno al delito y las subculturas
= Organizaciones
agregadas y cadena de favores: la grupalidad
como
forma de promoción social
= Resistencias
y estilos subculturales: tensiones entre la cultura
parental
y la cultura de masas
= Rabia
y política: expresionismo criminal y crisis de confianza
Travesuras
y divertimentos: una vía para la insubordinación lúdica
= La
escuela revuelta: el aula como campo de entrenamiento
= Las
ambigüedades del delito: entre la inclusión y la aventura
= Emociones
furtivas: entre la bronca, el aburrimiento y la aventur
= Delito
y juventud
= Las
pasiones tristes: envidia y desprecio
= Si
no hay futuro no hay pecado: Los umbrales de violencias
cuando
ya no hay nada que perder
CAPÍTULO 4
La
productividad económica de los ilegalismos
plebeyos
y su regulación policial
Crimen
y capital
= Hostigamiento
y reclutamiento policial: fuerza de trabajo
y
trayectorias criminales
= El
delito común como campo de entrenamiento
= Bolsas
de trabajo: reclutamiento indirecto del bardo flotante
= La
regulación del delito callejero
= Activación
de controles sociales informales
= El
enganche en contextos económicos deprimidos
= Economías
criminales, circulación de armas y violencias
interpersonales
= Entre
el fordismo y el posfordismo
= Energías
anímicas del trabajo inmaterial
= Mercados
acoplados y trayectos sociales estancados
= El
eslabón más débil de una criminalidad
compleja,
desigual y combinada
= Un
puño sin brazo: la mano invisible de los mercados
y
la violencia excentrada
CAPÍTULO 5
= La
productividad social y política de la lucha contra
el
delito de los pobres
= La
economía moral de la pena:
el
sistema punitivo y la cohesión
social
= Agarrarlos
de chiquitos: ¿Déficit de autoridad, familias
disfuncionales
y carencias cognitivas?
= Interludio:
el realismo de la derecha y los cuentos de la izquierda
= Vitricidas:
¿Monstruos o calculadores?
= Gentrificación
y delitos predatorios
= Sobrepoliciamiento
y subpoliciamiento: policiamientos
contradictorios
= Las
vidrieras punitivistas: campañas de pánico moral, chivos
expiatorios
y consensos químicos
= El
cuerpo roto es el mensaje: Linchamiento vecinal y gatillo
policial
CAPÍTULO 6
= Rescates
y reformas
= Desmontar
el mito, expandir los límites de nuestra experiencia
= Problemas
complejos requieren respuestas complejas
= Tu
delito nuestro: La historia de la violencia detrás de la violencia
= Hacia
una reforma madurativa
= La
ética del rescate y prácticas de cuidado entre sí
= Delito
y políticas de la amistad (el diálogo y el perdón como
formas
de tramitar las conflictividades juveniles)
= Bibliografía
FICHA TÉCNICA:
1
libro
332
páginas
Pasta
delgada en color plastificada
Primera
edición 2023
ISBN
9789878949154
Autor
Esteban Rodríguez Alzueta
Editor
Didot
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6671-9857-65
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DESARMAR AL PIBE CHORRO
Comentario
a Esteban Rodríguez Alzueta:
Rodeos
en torno a las transgresiones juveniles urbanas.
De
Augusto Oscar Montero - Universidad Nacional del Litoral, Argentina
En
revista Delito y Sociedad, 2025, vol. 59, núm. 1
https://portal.amelica.org/ameli/journal/284/2845354013/
El
vínculo entre juventud y delito y los procesos sociales e institucionales que
lo rodean y estructuran fue uno de los ejes ordenadores de los debates de la
criminología sociológica desde el momento mismo de su emergencia, con la
llamada Escuela de Chicago. En Argentina este problema también ocupó un lugar
importante y fue objeto de una serie de interesantes publicaciones,
especialmente desde los primeros años del siglo XXI (Kessler, 2004, 2013;
Tonkonoff, 2001, 2003, 2007; Míguez, 2002, 2004, 2008; Rodríguez Alzueta, 2016,
entre otros). En el libro que comento, elaborado en base a su tesis doctoral en
Ciencias Sociales, Esteban Rodríguez Alzueta retoma este problema desde una
mirada crítica y en base a un recorrido por buena parte de los abordajes que se
han propuesto en el campo de la sociología del delito y del sistema penal, a
los que hace dialogar con aportes de la teoría social más general —así como del
rock, la literatura y la filosofía— en una lograda tentativa para actualizar y
volver a poner en foco una problemática que mantiene su vigencia
Se
trata de una obra múltiple y profunda, que desafía fuertemente la tarea de
seleccionar sus ideas principales; resaltaré algunas de los que son a mi juicio
las más importantes
Su
punto de partida es la afirmación de que «los pibes chorros no existen, son un
mito» (p. 14). El autor sostiene que esta denominación es, en definitiva, una
fantasía, no tiene en sí misma un referente «real» concreto y delimitado. El
contexto y los procesos de su emergencia y aplicación, así como sus variadas
consecuencias, serán parte de la sustancia del libro. Antes, en el primer
capítulo, se pone el foco fundamentalmente en dos temas centrales: primero, el
rol de los medios de comunicación en la construcción de este «artefacto
cultural». Rodríguez Alzueta vuelve aquí a una de sus preocupaciones persistentes
(Rodríguez Alzueta, 2000, 2019, entre otros), apuntando a dos procesos que
denomina de «banalización» y «jibarización» de los «pibes chorros», que se
generan a partir de representaciones periodísticas de la realidad
desproporcionadas, simplificadas y descontextualizadas, que tienen el efecto de
«borrar las diferencias» y oscurecer los matices (p. 35). En segundo término,
se hacen visibles las imposibilidades que este mito introduce para el
conocimiento y la comprensión. En este sentido, surge la necesidad de «hacerle
frente» (p. 43), con el objetivo de trascender estas etiquetas y reponer la
multiplicidad que esconden, como una tarea indispensable para abrir las
condiciones para pensar esta cuestión desde otro lugar y generar «un ámbito de
reflexión y debate» (p. 22) y para diseñar e implementar estrategias de
intervención más adecuadas
Es
importante destacar, en segundo lugar, una característica de la perspectiva
general de la obra, un posicionamiento que resulta transversal y que se aprecia
en el tratamiento de todos los temas que se trabajan. En el desarrollo de su
propuesta el autor despliega una atención constante hacia el carácter complejo
de los asuntos que se abordan y, en consecuencia, de las tareas que este
abordaje supone. Ninguna separación simplificadora es aceptada; en cada
segmento del problema se iluminan rupturas y continuidades; las definiciones
son interrogadas de manera crítica. Esto se ve, por ejemplo, concretamente en
relación con su objeto, el «pibe chorro», en torno al cual esa complejidad se
describe en forma de «capas» que es necesario desmontar, una característica que
hace referencia a una temática con dimensiones distintas y superpuestas. Pero
también, como veremos más adelante, en la concepción de las diferentes facetas
de la acción, en la superposición de los mercados ilegales, informales y
formales o en los límites difusos de la grupalidad juvenil
Esta
concepción general de sus objetos exige claves teóricas diferentes y combinadas
para el análisis. Así, el mito del «pibe chorro» será «constelado», observado
con lentes distintos desde diferentes ángulos y a través de necesarios rodeos,
procediendo —apoyándose en Michel Foucault— por «saturación progresiva» (p.
20). En este desarrollo, la obra viaja entre lecturas detalladas de la
abundante literatura que se ha publicado sobre este tema —fundamentalmente
sociológica y criminológica, pero con múltiples recursos a otros campos— en un
recorrido casi exhaustivo por publicaciones críticas que nutre una caja de
herramientas que siempre es empleada con inteligencia y sutileza. Utiliza las
teorías, dice, no porque «sean un espejo de la realidad», sino por su
«capacidad de desarmar el mito del pibe chorro» y agregar «preguntas necesarias
para que le devuelvan la complejidad a la realidad con la que nos medimos» (p.
22). En este sentido, afirma adherir a una «criminología bricollage»,
«comprensiva y colaborativa toda vez que se propone aunar los diferentes puntos
de vista que se han ensayado en torno al crimen, según distintas metodologías y
estrategias de campo» (p. 24).
Otro
de los puntos generales que quiero mencionar tiene que ver con que en cada uno
de los rodeos que propone para enfocar los diversos aspectos del problema está
puesta en operación lo que Jock Young (2011), siguiendo Wright Mills (1959),
llama «imaginación criminológica», la descripción de las relaciones de la
biografía humana con la historia y la estructura social. En efecto, nunca se
pierde de vista en la obra el marco generado por las transformaciones de orden
estructural en el mercado laboral y el retroceso de las capacidades estatales,
que se aceleraron a mediados de la década de 1970 y se consolidaron sobre todo
a partir de las reformas desplegadas durante los años 1990. Estos procesos
—descriptos fundamentalmente en el Capítulo 2— resultaron en un tejido social
fragmentado y en una crisis de las «trayectorias laborales, familiares y
escolares estables que normaban y daban sentido (identidad, certidumbre y
perspectiva) a las relaciones sociales» (p. 75). Este es el contexto histórico
en el que se inscriben las biografías individuales de estos jóvenes y en el
marco del cual pueden y deben ser comprendidas (p. 31). Pero también es este
mismo escenario el que ayuda a dar sentido al resentimiento y a las oleadas de
«pánico moral», estigmatización y punitivismo que constituyen una parte central
de este problema (Capítulo 5)
En
este desarrollo, el libro se enfrenta a otro tema medular de la teoría social:
el de la tensión entre «la necesidad y la libertad, la determinación y la
voluntad» (p. 24). En efecto, los elementos del contexto que, como dijimos,
siempre deben ser tenidos en cuenta a la hora de analizar estos procesos de
ninguna manera proveen explicaciones acabadas acerca de estas acciones
violentas. Siguiendo la muy citada observación de Marx en El Dieciocho Brumario
de Luis Bonaparte, Rodríguez Alzueta muestra cómo las circunstancias —a menudo
muy difíciles— en las que los jóvenes despliegan sus trayectorias vitales
imponen limitaciones en sus estructuras de oportunidades legales y generan las
condiciones para la acción ilegal. Pero también se ocupa permanentemente de
hacer foco en las maneras diversas en que esas dificultades son enfrentadas,
haciendo uso de márgenes de acción más o menos amplios. En línea con las propuestas
de David Matza, procesos relacionados con los cambios y la supervivencia
materiales (pobreza, fragmentación), con dinámicas institucionales (policía,
escuela) y sociales (estigmatización) generan fuertes condicionamientos y
limitaciones que deben ser tenidos en cuenta a la hora de explicar una «deriva»
—y de ninguna manera una determinación— hacia la comisión de delitos
Hay
un proceso clave que aparece de la mano de la observación que se hace en la
obra de los márgenes de libertad con los que cuentan los jóvenes y es aquél que
emerge para hacer frente a la «estigmatización» y que el autor llama «contra estigmatización»
(trabajado principalmente en el Capítulo 3). Así, como reacción a las variadas
situaciones de humillación que experimentan se expande entre los «pibes
chorros» una «cultura de la dureza» que «convierte estigma en emblema». En este
marco, los jóvenes recuperan su capacidad de agencia. «A través de la contra estigmatización
tienen la oportunidad de recobrar al sujeto alienado… de transformarse otra vez
en sujetos» (p. 113). Y aquí va a retomar un concepto interesante: el bardeo,
el arte de provocar al otro, enfrentarlo no solo con la palabra sino con la
mirada y la compostura o los movimientos del cuerpo (Rodríguez Alzueta, 2016).
A través del bardeo, «el joven se da cuenta de que además de ser «objeto» de
estigmas es «sujeto» de acciones, a través de las cuales puede devolver el
golpe y recobrar su voluntad». En este proceso, actúa los prejuicios de sus
vecinos y vecinas, maestros y maestras, y se convierte así en un «pibe chorro
hiperreal» (p. 123)
Por
otro lado, el autor dialoga con las propuestas de la criminología cultural para
realizar una disección de la acción (en este caso, de la acción violenta) que
ilumine sus diversos componentes: instrumentales, emotivos y expresivos. En
particular se enfoca (en los capítulos 3 y 4) en estas dos últimas dimensiones
«que no hay que perder de vista si se quiere comprender las novedades del
fenómeno» (p. 217)
En
efecto, la faceta «emotiva o lúdica» tiene que ver con «violencias que también
divierten, son un gran atractivo porque producen adrenalina, euforia,
fascinación, goce, hacen reír, sacan del aburrimiento y motorizan la
grupalidad» (p. 191). En el libro se señalan dos elementos del contexto que son
centrales para la comprensión de estas acciones delictivas: en primer lugar, un
dato estructural, que tiene que ver con la explosión de la lógica de mercado y
del consumo en esta etapa del capitalismo. En este escenario, el delito genera
atracción debido a «las emociones asociadas al consumo derrochado» (p. 84).
Ahora bien, resulta muy interesante cómo el autor asocia estas emociones a lo
grupal: el consumo activa la experiencia de la grupalidad «para componer una
identidad, una pertenencia, un lugar en el mundo» (p. 86). De manera que el
impacto del consumismo está mediado por la condición colectiva de buena parte
de la socializabilización juvenil. «Si el mercado genera delito es porque los
jóvenes encuentran en esos objetos (encantados) la oportunidad de activar
(encantar) la grupalidad a través de su derroche» (p. 89). Es el marco grupal,
entonces, lo que hace cobrar sentido a muchas de estas dinámicas sensuales.
Cabe señalar que esta grupalidad también busca ser capturada con la complejidad
que presenta en nuestros contextos, para la cual no le parecen adecuadas al
autor las categorías de «banda» o «pandilla» (p. 135). En esta dirección,
emplea a David Matza y a William Foote Whyte para «restar gravedad a la
grupalidad», lo cual no implica quitarle importancia sino correrse de las
miradas que los simplifican considerándolos «enclaves sociales» (p. 146) y
reconocer su carácter más lábil y sus límites más difusos
Por
otra parte, se destaca el costado «expresivo» de la acción violenta, aquel que
enfatiza sus aspectos «comunicativos». Los jóvenes aquí quieren comunicar algo:
descontento, rabia, bronca (p. 155). Rodríguez Alzueta se mueve aquí también en
línea con las propuestas de Young (2003) que calaron en la criminología
cultural. La rabia constituye un elemento que «permite pensar la relación entre
las condiciones objetivas y las condiciones subjetivas, entre la pobreza y las
formas en que se vive la pobreza» (p. 162). Y también con las reflexiones de
Jack Katz (1988) sobre la relación entre la rabia y la humillación: los jóvenes
usan la violencia para «hacer frente a las múltiples humillaciones» (p. 162).
En su despliegue comunican esa condición, dejan «una firma, una huella
reconocible o… un modus operandi para emitir un mensaje» (p. 192)
Hay
un problema más que también merece ser destacado por el tipo de abordaje que
plantea. Tiene que ver con el funcionamiento de los mercados ilegales y su
articulación con los mercados informales y formales (p. 198), por un lado, y
con cómo es presentado el rol de la policía para la inscripción de los «pibes
chorros» en sus dinámicas, por otro
En
primer lugar, a partir fundamentalmente de una lectura de Vicenzo Ruggiero, se
busca visibilizar la superposición entre los distintos circuitos económicos.
«Los mercados ilegales no constituyen un mundo paralelo: están enmesetados o
acoplados a los mercados ilegales e informales» (p. 202). El autor cita su
trabajo relacionado con el mercado de autopartes (Rodríguez Alzueta, 2013) para
iluminar estas continuidades y conexiones: «los mercados ilegales resuelven
muchos problemas a los mercados informales que a su vez les resuelven los
problemas a los mercados formales» (p. 226)
Ahora
bien, de acuerdo con la lectura que propone Rodríguez Alzueta (principalmente
en el Capítulo 4), hay prácticas policiales que juegan un papel central para la
incorporación de los jóvenes a las actividades que les son requeridas en el
marco de mercados ilegales. «El tratamiento que los policías hacen de esta
adolescencia, perfila una identidad devaluada que ejerce una presión extra
sobre sus futuras filiaciones y crea de paso condiciones para que entrene
capacidades que después los mercados ilegales necesitarán para valorizarse» (p.
204). Esas capacidades tienen que ver con la ya mencionada «cultura de la
dureza», que incluye una serie de cualidades que los jóvenes reúnen y que se
vuelven perceptibles si se los «mira de cerca»: manejar los códigos de la
calle, saber cómo ganarse el respeto y otros «talentos anímicos» que se
aprenden en la vida grupal y que «se convertirán también en un instrumento de
trabajo» en la medida en que vuelven aptos a los jóvenes para integrarse en
ciertas economías criminales (p. 224, 225). Así, la policía empieza con un
esquema de tolerancia y cuando los jóvenes muestran que se han formado generan
las condiciones para que se vinculen a una economía ilegal, en un proceso que
Rodríguez Alzueta llama «reclutamiento indirecto» (p. 206). Todo este proceso
debe situarse, insiste, en el marco del «estallido del aparato productivo» con
la consiguiente desocupación y precarización laboral crónica, que genera las condiciones
para que estos jóvenes tengan como referencia a las economías ilegales (p. 215)
El
Capítulo 5, por su parte, desarrolla un análisis —tomando como punto de partida
el planteo de Durkheim— sobre el rol que el delito juega para el reforzamiento del
orden social. Muestra cómo muchas de las concepciones sobre esta temática que
circulan en nuestro contexto son afines con la «criminología realista de
derecha, escrita a cuatro manos entre los neoconservadores y neoliberales» en
Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XX (p, 243). Las ideas
centrales de esta corriente y su impacto en las políticas públicas son
analizadas críticamente y situadas en el contexto de transformaciones
económicas, políticas y culturales amplias. Como contraposición, presenta las
lecturas de la Escuela de Birmingham y de Stanley Cohen acerca de los pánicos
morales para dar cuenta de cómo actores políticos «arman al pibe chorro para
desplegar al sistema penal, porque aprendieron que su despliegue es una forma
de componer consensos anímicos que les permiten perpetuarse en el gobierno y
remontar la desconfianza» (p. 277)
En
el cierre (Capítulo 6), el libro no le escapa al desafiante tema de qué hacer,
para lo cual plantea una serie de indicaciones generales. En primer lugar, es
importante avanzar hacia un planteo correcto del problema, dado que «un
problema mal planteado es un problema sin solución» (p. 282). En este camino,
conocer con la mayor precisión posible las motivaciones de quienes cometieron
delitos es absolutamente fundamental «para saber cuál será la mejor respuesta
del Estado». Y esa respuesta debe contar con posibilidades variadas y
adaptables, siempre multiagenciales (p. 282)
Resulta
central también reconocer, en segundo lugar, que el delito «es la punta de un
iceberg», que es la expresión de un conflicto que va mucho más allá de sí mismo
y que existe una «responsabilidad social» acerca del mismo. Esto no se aprecia
si visualizamos el problema con las lentes de los operadores judiciales o de la
«justicia mediática», siempre tendiente a individualizar las culpas (p. 286).
Vuelve a considerar medular, con Matza y Foote Whyte, que el problema sea
correctamente dimensionado, que se reconozca que «una mínima porción de los
jóvenes transgrede la ley» y que de todos ellos, la mayoría dejará de hacerlo
en el marco de la llamada «reforma madurativa» (p. 292)
En
la última parte analiza el lugar que tiene el «rescate juvenil» y las acciones
que lo componen, siempre teniendo en cuenta la voluntad necesaria para desplegarlas.
Vuelve a apoyarse aquí en Michel Foucault y en lo que llama las «prácticas de
sí» o «de cuidado de sí» para tratar de entender a través de qué medios y
experiencias los jóvenes «buscan guionar sus vidas en función de otros
criterios, otros afectos» (p. 295). En este sentido «rescatarse implica una
transfiguración significativa en los modos de sentir, percibir, hablar y actuar
de cualquier persona» (p. 296). El cierre del libro busca dar cuenta, teniendo
en cuenta la perspectiva de los jóvenes, de los variados contenidos y
posibilidades que acarrea esta idea. Casi como un epílogo, propone luego a las
«políticas de la amistad», basadas en el diálogo y el perdón, como la forma más
conveniente de tramitar las conflictividades juveniles
Al
final del recorrido, queda la sensación de que todos los matices de este asunto
complejo han sido incorporados al análisis. Restan, por supuesto, preguntas
pendientes, pero la plataforma para su abordaje queda establecida por esta
obra. En definitiva, estamos desde mi punto de vista frente a uno de los
aportes más trascendentes de los últimos tiempos a la comprensión de las
transgresiones juveniles urbanas, que deberá constituir parte ineludible de los
debates teóricos y políticos que se desplieguen en torno a estas de aquí en
adelante
REFERENCIAS
= Katz,
Jack (1988): Los encantos del delito. Atracciones morales y sensuales de la
maldad, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2023
= Kessler,
Gabriel (2004): Sociología del delito amateur; Buenos Aires, Paidós
= Kessler,
Gabriel (2013): “Ilegalismos en tres tiempos”, en Robert Castel, Gabriel
Kessler, Denis Merklen y Numa Murard, Individuación, precariedad, inseguridad
¿Desinstitucionalización del presente?, Buenos Aires, Paidós
= Míguez,
Daniel (2002): “Rostros del desorden. Fragmentación social y nueva cultura
delictiva en sectores juveniles”, en Sandra Gayol y Gabriel Kessler (comps.),
Violencias, delitos y justicias en la Argentina, Buenos Aires, Manantial
= Míguez,
Daniel (2004): Los pibes chorros. Estigma y marginación, Buenos Aires, Capital
Intelectual
= Míguez,
Daniel (2008): Delito y cultura. Los códigos de la ilegalidad en la juventud
marginal urbana, Buenos Aires, Editorial Biblos
= Rodríguez
Alzueta, Esteban (2000): Justicia mediática. La administración de justicia en
los medios masivos de comunicación, Buenos Aires, Ad Hoc
= Rodríguez
Alzueta, Esteban (2013): “La sustracción de vehículos y el tráfico ilegal de
autopartes usadas en Argentina. (Delitos de pobres, poderosos y sectores
medios)”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nro. 35, Santa
Fe, Ediciones UNL
= Rodríguez
Alzueta, Esteban (comp.) (2016): Hacer bardo. Provocaciones, resistencias y
derivas de jóvenes en la periferia, La Plata, Malisia
= Rodríguez
Alzueta, Esteban (2019): Vecinocracia. Olfato policial y linchamientos, La Plata,
EME
= Tonkonoff,
Sergio (2001): “Meter caño. Jóvenes populares urbanos: entre la exclusión y el
delito”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nro. 15/16, Santa
Fe, Ediciones UNL
= Tonkonoff,
Sergio (2003): “Microdelitos, juventudes y violencias. La balada de los pibes
chorros”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nro. 18/19, Santa
Fe, Ediciones UNL
= Tonkonoff,
Sergio (2007): “Tres movimientos para explicar por qué los pibes chorros visten
ropa deportiva”, en AAVV, La sociología ahora, Siglo XXI, Buenos Aires
= Wright
Mills, Charles (1959): La imaginación sociológica, Fondo de Cultura Económica,
2010
= Young,
Jock (2003): “Merton con energía, Katz con estructura. La sociología del
revanchismo y la criminología de la transgresión”, en Delito y Sociedad.
Revista de Ciencias Sociales, Nro. 25, Santa Fe, Ediciones UNL, 2008
= Young,
Jock (2011): La imaginación criminológica, Marcial Pons, 2015
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