ESTÁ ENTRE NOSOTROS
¿DE DÓNDE SALE Y HASTA DÓNDE PUEDE LLEGAR
LA EXTREMA DERECHA QUE NO VIMOS VENIR?
Pablo Semán
Escriben: Sergio Morresi, Ezequiel Saferstein,
Melina Vázquez, Martín Vicente,
Nicolás Welschinger y Pablo Semán
EDITOR SIGLO XXI
PRIMERA EDICIÓN 2023
LIBRO POR ENCARGO
En
2023 la extrema derecha ganó el balotaje y logró lo impensado: llegar al
gobierno en el país del Nunca Más. Hasta entonces, tendíamos a pensar que la
Argentina estaba “blindada” contra los outsiders, porque la memoria de la
transición democrática y la disputa entre el peronismo y la centroderecha
funcionaban como cerco sanitario. ¿Qué pasó? ¿De dónde salió esta derecha
radicalizada que corrió el margen de lo decible y que interpela
transversalmente a la sociedad, más allá de que sus militantes hayan sido, al
comienzo, solo varones jóvenes? Los autores de este libro: ESTÁ ENTRE NOSOTROS,
que desde 2019 investigan el crecimiento de los grupos libertarios, buscan
captar sus particularidades sin condescendencia y sin etiquetarlos como un
fenómeno exótico
INTRODUCCIÓN
La piedra en el espejo de
la ilusión progresista
Pablo Semán
A
inicios de 2023, La Libertad Avanza (LLA) –el partido que disputó la
presidencia de la Nación en noviembre de ese año– era considerado por buena
parte de los observadores poco más que una curiosidad evanescente. Este libro
describe la historia de las ideas y los mundos sociales en que toma forma y
volumen la fuerza política de extrema derecha que finalmente conmovió el
panorama electoral y la agenda política del país
La
Libertad Avanza constituye una experiencia que canalizó una corriente social,
potenció la crítica del Estado, de los partidos políticos y de la economía y,
finalmente, transformó las coordenadas del debate político. Con independencia
del resultado electoral de la segunda vuelta, la candidatura del dirigente
libertario Javier Milei radicalizó visiones económicas y políticas de las
derechas. Al mismo tiempo, engendró una alternativa a la expresión mainstream,
encarnada por algunos de los más influyentes protagonistas de Cambiemos, y
planteó un desafío al peronismo
¿Qué
es esto? Empecemos por arriesgar una respuesta parcial cuyos hilos este libro:
ESTÁ ENTRE
NOSOTROS;
seguirá en detalle: LLA es un liderazgo y una organización política de derecha
radical que, en el seno de una disputa histórica, resulta de a) un fusionismo que
permite contener las tendencias centrífugas y renueva su identidad superando
los tabúes de las versiones anteriores de esa tradición (como postulan Sergio
Morresi y Martín Vicente en el capítulo 1), b) su capacidad para formar una derecha
popular capaz de superar la endogamia social o los reparos antiplebeyos de las
élites (como demuestra Melina Vázquez en el capítulo 2), c) la construcción de
una cultura crítica que protagoniza una batalla cultural en escenarios masivos
y digitales (como desarrolla Ezequiel Saferstein en el capítulo 3), d) el lazo
que se establece entre ese proyecto y amplios sectores sociales que reaccionan
al problema irresuelto del modelo económico y el encapsulamiento de las
dirigencias (como argumentan Pablo Semán y Nicolás Welschinger en el último
capítulo). Una fuerza que, en síntesis, entrelaza la protesta contra el
presente y la resignificación de la libertad en una apuesta que se intersecta
con las versiones actualizadas y más agresivas del neoliberalismo contra las
dimensiones sociales de la democracia y, a veces, contra las dimensiones
liberales y democráticas de la república. Cada uno de los ítems señalados ha
sido objeto de una investigación empírica por parte de los autores de este libro:
ESTÁ ENTRE
NOSOTROS, que
desde 2019 observan y analizan las ideas, las prácticas culturales y políticas
de los libertarios y las adhesiones sociales al liderazgo de Milei y a su
contenido doctrinario
No
conocemos el conjunto del universo libertario ni todas sus instancias, pero la
entrada empírica a través de algunos de sus segmentos más relevantes podrá
darnos una imagen del conjunto. Esta introducción intenta enmarcar los
hallazgos de nuestras investigaciones y el modo en que dialogan entre sí
¿Cómo
fue posible la emergencia de esta fuerza que sorprende, muchas veces,
indebidamente? Nos encontramos ante una situación que presenta desafíos y
amenazas graves e inusitadas, aun cuando no conozcamos su magnitud. Por un
lado, La Libertad Avanza surge de una forma tan enérgica y desproporcionada
respecto de las estructuras y caudales políticos existentes, que todo sucede
como si a través de esta fuerza se expresaran un perfil y una dinámica social
que esperaban de un proceso político unas pocas acciones constitutivas, el
toque de la varita mágica de la historia. Por otro lado, ese trabajo político,
ideológico y organizativo ha sido tan pertinente, tan complejo y tan
específico, que actualizó de forma acelerada las potencias del proceso social
Entre
las intervenciones pioneras que supieron advertir e incluso anticipar, desde
diferentes ángulos, lo que estaba sucediendo en el ámbito mundial y local, no
pueden ignorarse los trabajos de Cass Mudde sobre la ultraderecha, los de Adam
Przeworski acerca del divorcio entre capitalismo y democracia y los de Steven
Levitsky sobre las reversiones posibles de la democracia. En un plano más
específico, importa destacar el aporte de Pablo Stefanoni, que señaló y
describió de forma exhaustiva y sistemática la arquitectura de estas corrientes
en el escenario mundial. También, las observaciones tempranas de Mayra Arena en
diversas intervenciones públicas en las que discernía un panorama sociopolítico
fértil para Javier Milei y sus ideas. En el mismo sentido, Verónica Gago señaló
la posibilidad de un neoliberalismo desde abajo, y Mariana Moyano ha tenido
agudas y profundas percepciones sobre los vínculos entre las nuevas
generaciones, las prácticas económicas y la política. Con un criterio analítico
virtuoso, Victoria de Masi logró exponer y describir las subjetividades que se
activaron con La Libertad Avanza. Natalia Aruguete y Ernesto Calvo (2023) han
estudiado la especificidad de la polarización en la dinámica de las redes
sociales, y Juan Ruocco (2023) supo leer la presencia de la derecha alternativa
en las redes sociales. Quienes participamos de este volumen hemos argumentado
en distintas oportunidades sobre la importancia de estudiar la evolución de
estas corrientes políticas y hemos alertado en artículos y libros acerca del
deslizamiento hacia la derecha de la derecha por causas propiamente políticas,
pero también económicas, sociales y culturales
¿Cómo
explicar la irrupción de La Libertad Avanza? La respuesta requiere algunas
consideraciones preliminares. El escenario geopolítico global supone fuerzas y
recursos financieros, ideológicos y comunicacionales que operan como nutrientes
de la formación de La Libertad Avanza. Y no hay que ignorarlo de ninguna
manera. Pero Milei no es Bolsonaro ni Trump ni un plan perfecto de la
internacional negra, sino un fenómeno que tiene parecidos de familia con ellos,
pero que metaboliza y hasta radicaliza esas experiencias. Después de todo,
Milei tiene un ascenso más abrupto, más acelerado y desde posiciones más
marginales que las de los líderes estadounidense y brasileño. Llega, además,
sin experiencia de gestión, sin padrinazgos institucionales y con un partido
nuevo que, hasta poco tiempo antes de las elecciones presidenciales, no
disponía ni de una mínima red territorial ni de apoyos económicos o sociales
institucionalizados (aunque no puede decirse que estos hayan sido nulos)
La
tentación de enfatizar la dimensión mimética del caso argentino respecto de
otros fenómenos mundiales, cuando hasta no hace mucho se pronosticaba que ese
tipo de deriva era imposible debido a un presunto blindaje nacional, no hace
sino compensar con una nueva simplificación simplificaciones previas. El
peronismo como potencia arbitral, un sistema de electorados solidificados entre
un peronismo inclinado a la izquierda y un antiperonismo modulado como centroderecha
que funcionaría como amortiguador, el poder de los sindicatos y la resistencia
de las organizaciones sociales que serían disuasores, los efectos del juicio a
las Juntas, el éxito de público de la película de Santiago Mitre sobre ese
acontecimiento histórico, fueron argumentos destinados a sustentar una densidad
diferencial que funcionaría como “cerco sanitario frente al crecimiento del
fascismo” (¿una solución europea para problemas argentinos?). Para nosotros, se
trata de reconocer que estas circunstancias, lejos de ser excepcionalidades que
obraron como barreras, son rasgos específicos de las potencias sociales y
políticas que dieron lugar al crecimiento de la derecha radical. Las supuestas
excepcionalidades son condiciones históricas que pueden ser integradas como
vectores en la singularidad, la radicalidad y lo abrupto del proceso en que las
derechas extremas, como en otros países, han crecido y llegado al gobierno
Tampoco
se trata de algo que exclusivamente aconteció en las redes sociales o entre
varones reactivos al feminismo, aun cuando esos medios, esos sujetos y esos
motivos formen parte del combustible espiritual de la LLA. Puntualicemos
también que la referencia al fascismo desenfoca en vez de ayudar: lo amenazador
para la democracia no siempre tiene la misma forma y la historia no se repite
ni como farsa. Los daños a las instituciones y prácticas democráticas no se
hacen tangibles con una escala de Richter como la que mide los terremotos, en
la que el mayor daño se determina por el mayor grado alcanzado y, voilà!, el
fascismo es el grado máximo. Los análisis y materiales empíricos que están en
la base de este libro hablan, justamente, de la especificidad histórica de la
derecha radical y de las categorías que mejor podrían ceñir los fenómenos en
curso, pero sin identificar el análisis con los puntos de mira que la propia
contienda ha evidenciado limitados
También
se trata de evitar el razonamiento zoológico en términos de género y especie
para determinar, a partir del cuadro hipotético de todas las radicalizaciones
posibles, la que correspondería al animal autoritario argentino. Se han popularizado
argumentos que aíslan un conjunto de variables y diferencian cada caso por el
modo en que se combinan para dar lugar a conclusiones del tipo “Bolsonaro tiene
al Ejército y Milei no” o “Trump fue precedido por el Tea Party”, como si
hubiera una ley o fórmula general de las derechizaciones. Estos razonamientos
contienen un dato que no puede ignorarse, pero debe incluirse en una realidad
superior: la dimensión procesual de la emergencia de la derecha radical en cada
país. Las configuraciones nacionales no pueden estandarizarse: las
comparaciones que se hacen entre países esconden heterogeneidades insanables al
equiparar escalas muy disímiles y aplanar significaciones muy diversas. No se
trata de hacer checklists para establecer analogías, sino de usar lo que
sabemos de otros casos para pensar los propios. Y esto no implica desdeñar el
hecho de que todos estos fenómenos participan, con su textura específica, de
una corriente internacional en que confluyen y se determinan recíprocamente
Tampoco
es posible hacer análisis unilaterales donde se enfatice y se refute ora la
novedad, ora la continuidad de las derechas, o donde se subraye en un momento
lo global y en otro lo local y, finalmente, se oscile entre realzar el peso de la
economía, de los factores sociodemográficos, culturales o directamente
políticos. Se trata de encontrar el peso de cada factor pensando en una
configuración y una trayectoria que, para nosotros, está definida a partir de
las luchas políticas nacionales y la forma en que los actores movilizan
conexiones y recursos globales en fronteras obviamente porosas y en procesos
históricos con fuertísimas inercias
En
el seno de una trama social transformada por sus derivas socioeconómicas y por
mecanismos de socialización política que han venido a complementar y desbordar
lo que considerábamos tradicional, se produjo en el espacio de las derechas la
voluntad de una expresión con peso popular capaz de ganar en otros formatos y
programas una influencia que ya había tenido en otros momentos de la historia.
Lo que –siguiendo una pauta de trabajo un tanto colonizada– es tratado como una
reacción que presupone “avances” y “retrocesos”, desde una concepción de la
vida política que distorsiona la forma de existencia de lo social (que no es un
mecanismo ni un organismo), debe ser visto, más bien, como efecto de una
disputa histórica en la que hoy e impone una síntesis política de las derechas
en el seno de transformaciones que han minado las fuerzas históricas de la
democracia en la Argentina. El estudio de las derechas no debería reducirlas a una
imagen estandarizada en cuanto a ingredientes, proporciones y operatividad
histórica, como si se tratara de franquicias de una red multinacional
Finalmente,
nunca se insistirá lo suficiente en una distinción clave que atraviesa todos
los capítulos de este libro: ESTÁ ENTRE NOSOTROS; no
pensamos en una equivalencia o correspondencia unívoca entre, por un lado,
dirigentes, partidos y programas de derecha y, por el otro, los electorados
atraídos por esas banderas, sino en una dialéctica entre dirigentes y dirigidos
que puede dar lugar a esas identificaciones. Hemos procurado captar cómo, ante
ciertos cambios y ante el agotamiento histórico de otras alternativas, la
opción por las derechas anuda parcialmente las propuestas de los dirigentes con
el desplazamiento de agendas que responden a demandas que hoy se imponen en el
ánimo de los electores aun cuando no se asuman de “derecha”, como el
cuestionamiento al cierre de las élites, la crítica al estado del Estado, el
combate a la inflación o la disociación entre declaraciones y prácticas
Estudiar
el lazo político que producen las derechas (o cualquier fuerza política) es
poner en el centro la siempre transitoria y muchas veces confusa intersección
entre procesos sociales, sujetos y solicitaciones de las fuerzas políticas
Veremos
cómo la propuesta de una derecha popular capaz de incorporar las tradiciones
militantes, de coordinarlas con los dispositivos de la cultura digital y de la
cultura de masas, de contener amplios y variados sectores de un electorado que
ha reperfilado sus demandas es, por ello, capaz de dar lugar a una fracción
radical socialmente implantada, transversal a segmentos sociales y etarios y
con un sesgo de género que es innegable pero declina con la masividad (LLA
integró en su caudal cada vez a más mujeres, pero no resignó sus invectivas
contra los feminismos, incluso aunque sus votantes registren sus influencias y
una parte de su techo electoral esté de hecho determinado por el miedo que despiertan
entre votantes mujeres las promesas y el estilo violento de Milei)
Seis
determinaciones en busca de entender la construcción libertaria
Veamos
someramente cuáles son las condiciones sociales e históricas más inmediatas en
las que se ha fraguado el proceso político en que se inscribió la candidatura
de Javier Milei y la emergencia de LLA
En primer lugar, es
necesario señalar condiciones socioeconómicas que han modificado profundamente
la estructura y la dinámica social. El Rodrigazo en 1975, la crisis
hiperinflacionaria de 1989, la bancarrota de 2001 y los años acumulados de
estancamiento e inflación desde 2012 son apenas algunos hitos de un recorrido
complejo y desalentador. El aumento de los picos de pobreza con reflujos
transitorios hacia pisos cada vez más altos, el estancamiento y el
decrecimiento del PBI per cápita salvo algunos años excepcionales, y las
posiciones ocupacionales y sociales amenazadas por los cambios tecnológicos han
provocado la informalidad e intermitencia del trabajo, el empobrecimiento de
las clases medias y el engrosamiento de las camadas de asalariados pobres,
incluso a pesar de estar, muchas veces, pluriempleados
Si
bien hay contrapesos a esa visión que identifica la evolución sociodemográfica
con un plano inclinado, no es menos cierto que, como señala Pablo Gerchunoff,
el amargo balance es el resultado nítido de cinco décadas en las que la
Argentina no ha encontrado un modelo productivo capaz de sustituir al que
estalló, luego de años de decadencia, en 1975, y sufrió demoliciones sucesivas
en espasmos periódicos. En ese mismo encadenamiento se inscribe el proceso de
desvalorización de la moneda nacional que ha llevado a repetidos cambios de signo
monetario y finalmente a la crítica social al peso argentino. Este
cuestionamiento no atañe solo a la economía, sino también al Estado, a la
política y a los correlativos arreglos sociales en que conviven Estado,
sociedad y mercado. Por eso, como afirma Ariel Wilkis al describir la actual
popularidad de las ideas sobre la dolarización, esta puede ser entendida como
el aspecto monetario del repudio a la llamada “casta”, al régimen social
populista y al Estado que en su crisis emite una moneda sin valor
En segundo lugar, no
puede dejar de subrayarse el papel de las distintas modalidades de interacción
digital, que han creado una alternativa a los sistemas tradicionales de comunicación
política, sea a la relación cara a cara como al vínculo con la dirigencia a
través de los medios masivos de comunicación. Las redes sociales han permitido
modos de acción y de creación de sujetos políticos que primero operaron de
forma autónoma o relativamente autónoma respecto de los medios de comunicación
y de otras estructuras sociales, pero luego se incorporaron a un complejo
ecosistema en el que redes, medios y otros circuitos de mediación política producen
una configuración históricamente inusitada. En la actualidad, se trata menos de
ver cómo las nuevas derechas se originan en un activismo nerd que de entender
que ya no hay oposiciones entre lo virtual y lo real, y que todo lo que ese activismo
produjo y aún produce ha decantado en las dinámicas políticas que describimos
en estas páginas. Esas dinámicas son híbridas, dado que reorganizan en lazos y
puentes lo que aparecía dividido en los compartimentos estancos del activismo
digital y la militancia (algo que además venía sucediendo con agrupaciones
políticas de distinto signo desde hace por lo menos una década)
En tercer lugar, y
en estrecha relación con las transformaciones ya mencionadas, mutó el vínculo
entre el Estado y la sociedad. Todo sucede como si el alcance del Estado –más allá
de las competencias de los gobernantes e incluso de sus orientaciones– hubiese
disminuido de forma tal que cala en la sociedad de una manera mucho menos
profunda y directiva que la que conocimos o creímos efectiva durante buena parte
del siglo XX. El Estado no solo dejó de ser el agente indiscutible del
desarrollo económico y social: sus acciones son objeto de una controversia
constante y padece la erosión de lo que podríamos llamar su autoridad cognitiva
o, si se quiere, su poder simbólico (algo que se reveló y al mismo tiempo se profundizó
durante la pandemia)
En cuarto lugar, si
bien la decepción, la desesperanza y la crítica de los ciudadanos (votantes o
no) a los distintos partidos políticos son generalizadas, se advierte un
cuestionamiento más marcado al peronismo. Este no nace solo de “las mismas
críticas gorilas de siempre”, sino también de la experiencia de veinte años
durante los cuales el kirchnerismo ha hecho surgir –tanto en la base social del
peronismo que sobrevivió a la crisis de 2001 como en la que amplió en sus gestiones
entre 2003 y 2015– distancias, desconocimientos, reproches y ajenidades sísmicas
para el propio movimiento
Si
durante el menemismo hubo corrientes o camadas de trabajadores antiperonistas,
puede observarse hoy en las clases medias bajas, en distintos sectores de
trabajadores y en las juventudes, en capas de las que el peronismo había creído
ser el representante exclusivo, un antiperonismo que es clave en la crítica
social de la política. “Que se vayan todos pero también que se vayan estos”,
como lo demuestran las encuestas que, desde 2015 y salvo el período en que se
dirimió la elección de 2019, relevan y revelan respecto del peronismo y/o de
sus principales banderas de las últimas décadas una gama de reacciones entre el
desapego, la distancia y una hostilidad que se distribuye en el cuestionamiento
general a “la casta”
La
presencia de lo que se descubre tardíamente como individualismo es una quinta
determinación. El impulso individualista existe desde hace mucho tiempo y en
todas las clases sociales, aunque no de la forma demonizada que señalan sus detractores
o de la forma idealizada que anhelan sus apologistas
Las
ansias de desarrollo interior, realización y superación personal, la idea de
autonomía –encarnada en afirmaciones como “a mí no me vas a decir lo que tengo
que hacer” o “a mí nadie me regaló nada”, o en la necesidad de expresarse con
libertad, desplegar las propias potencialidades, asegurarse perspectivas de
futuro e incluso autopercibirse y tratarse a uno mismo como unidad económica a
optimizar– configura un vasto campo de nociones sobre los sujetos que son
legítimas y prácticas en la vida cotidiana. Y eso no quiere decir que esas
inquietudes no convivan con lazos u orientaciones más amplias. Entre estos
lazos están obviamente los familiares, las amistades, pero también, con
frecuencia, la pertenencia a distinto tipo de organizaciones, lo que configura
una realidad compleja, por fuera del punto de vista esquemático que solo reconoce
las formas extremas del individualismo o su antónimo, el comunitarismo.
Buscamos representación política, contención estatal, libertad de trabajo y
consumo al mismo tiempo en tanto individuos, parte de un colectivo político o social,
miembros de una familia y ciudadanos. Ese individualismo realmente existente es
también el resultado de las transformaciones sociales que pusieron al mercado
en el centro, y de las transformaciones culturales que potenciaron el valor de
la subjetividad y su singularidad (donde hay un individuo, hay infinitos
derechos y reclamos). Para la tradición nacional popular existe una tensión
irresoluble entre el hecho de que en la vida social cada uno se salva en una
complejidad de lazos, y el dogma político “nadie se salva solo”. Esta tensión
no se diluye con facilidad por el llamamiento borrosa e incomprensiblemente
comunitarista de expresiones como “la patria es el otro” ni por el
pretendidamente aggiornado “la patria sos vos”, o por la convocatoria a una
solidaridad que por un lado presupone comunidades romantizadas (en los hechos,
atravesadas por diversos individualismos) y, por el otro, se revela hipócrita
para actores que desde hace años perciben injusticias en las políticas de
subsidio, irresponsabilidad en el manejo del dinero público, actos de corrupción
y un internismo feroz que hace naufragar el relato voluntarista de reciprocidad
fraterna y humildad
La
pandemia constituye una sexta determinación. Todo lo ocurrido a partir de marzo
de 2020, desde los confinamientos hasta la foto del presidente Alberto
Fernández en una fiesta de cumpleaños en Olivos, pasando por las muertes y la
pérdida de ingresos, trabajo, ahorros y patrimonio, ha sido insuficientemente
estimado en su carácter de vector de lo que hoy se observa como exasperación
generalizada
La
sociedad percibió la inconsistencia en la política de cuidados, que se
convirtió en materia de controversia con cierres y aperturas contradictorios y
superpuestos (playas y escuelas, o ceremonias fúnebres que en unos casos no
contaban con autorización y en otros se organizaban como un acontecimiento masivo),
sin contar el efecto destructivo de las vacunaciones VIP. Es que, más acá de
estos últimos sucesos a todas luces cuestionables, la pandemia ha sido
corrosiva de la vida política: la especificidad del virus, en cuanto a su grado
de letalidad y su dinámica inicialmente contraintuitiva de contagio e
incubación, habilitó interminables polémicas y permitió el desafío a los puntos
de vista estatales. Cualquier iniciativa ponía en cuestión la autoridad,
incluso sin necesidad de que se verificaran, como además sucedió, desempeños
lamentables que empeoraron la situación. Cada decisión del Estado –abrir o
cerrar, determinar qué vacuna era pertinente, asignar prioridades en la
vacunación, establecer un número de dosis mínimas– abrió una brecha entre
ciudadanos e instituciones y contribuyó a debilitar ese lazo
Llegados
a este punto, podemos anudar todas las determinaciones. La pandemia amplificó
la escena del desencuentro entre el Estado –observado y discutido en su capacidad
de cuidado y de daño– y la sociedad –expuesta a una situación límite–. Las
transformaciones económicas, con su carga de padecimientos e inseguridades en
la población, se vieron potenciadas por nuevas mediaciones de la conciencia y
la subjetividad política. Esto dio lugar a un movimiento de desafección,
hostilidad e incomodidad respecto del Estado y de los partidos políticos, que
al mismo tiempo, son una de las encarnaciones del Estado y una polea de
transmisión entre este y la sociedad civil
El
largo, el mediano y el corto plazo de la historia argentina convergen hoy en
una crisis que afecta la constitución misma de la sociedad. Sin golpe de Estado
ni ruptura de la Constitución formal, asistimos a un potencial horizonte de exclusiones
amplias y consensuales en un entorno de ejercicio más o menos legal de las
posibilidades democráticas que, tal vez, se vean estrechadas. Precisemos la
idea de qué cambia cuando cambia la Constitución, siguiendo la lectura de Bruce
Ackerman que propone Martín Plot:
Un
régimen político constitucional no es la relación especular entre un texto o
conjunto de textos y su aplicación lineal a la realidad política o jurídica,
sino una matriz de sentido que logra consolidarse en el tiempo, un entramado de
prácticas, instituciones, sentencias judiciales, piezas legislativas,
decisiones presidenciales y discursos sociales aceptables o inaceptables que
domina la vida política, y que lo hace, usualmente, durante varias generaciones
( Plot, 2020: 12)
Así,
es la Constitución realmente existente lo que está en proceso de cambio en esta
coyuntura en la que una especie de 2001 electoral habilita un programa de
reforma, ajuste y desregulación que se insinúa parecido al de 1989 aunque en condiciones
muy diferentes: como no hay mayor patrimonio para privatizar, iniciativas como
la dolarización, la redefinición reductiva y radical del Estado y la
mercantilización de lo público están a la orden del día
Tampoco
parece ajena al espíritu de los tiempos y los sujetos políticos en alza la reivindicación
de las dinámicas represivas y su utilización como recurso político, la
apelación a formas plebiscitarias de legitimación y resolución de diferencias y
la descalificación en bloque de categorías sociales y políticas señaladas como
enemigas o directamente demonizadas. Si bien no es imposible encontrar
antecedentes de esto en fuerzas de signo contrario que gozaron de prevalencia
durante los últimos veinte años, no puede dejar de registrarse que el salto
cualitativo de las prácticas antipluralistas y antiliberales es una promesa de
las fuerzas de extrema derecha en la actual coyuntura
Las
bases históricas de una nueva sensibilidad política
Luego
de la caída de la convertibilidad en 2001 y frente al descrédito generalizado
de las soluciones liberales, el peronismo conducido sucesivamente por Eduardo
Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner logró articular un reordenamiento
político e ideológico. De la mano de una revisión crítica de los años noventa,
las ideas de comunidad, democracia, derechos, política, presencia del Estado,
nacionalismo, movilización e incluso el propio peronismo fueron los ejes de una
reconfiguración del ideario nacional y popular que se dio la ambiciosa tarea de
construir un nuevo sentido común a través de la versión kirchnerista del
peronismo
Casi
al mismo tiempo que esa versión del peronismo se extendía en una parte de la
sociedad, fue objetada por actores que estaban eclipsados y deslegitimados por
el desplome de la convertibilidad, pero de ninguna manera rendidos. A los nacional
populares se les opusieron los filamentos libres de la convergencia menemista
en busca de relegitimación y depuración: los ciudadanos de la convertibilidad,
los sujetos que adherían al orden económico del peronismo con avatar liberal, pero
repudiaban su falta de republicanismo. En 2002, el año en que se discutió la
salida de la crisis, los neoliberales residuales plantearon soluciones que
insistían en el camino de los años noventa y que, aunque sonaban descabelladas,
tenían alguna audiencia: recordemos que dolarizar o pagar la deuda con un
fideicomiso de recursos naturales fue un dilema de aquel momento. En esas
circunstancias, en 2003, Menem y López Murphy obtuvieron un porcentaje
significativo de votos en la elección que, una vez desactivado el balotaje, dio
la presidencia a Néstor Kirchner. Desde el momento mismo en que Kirchner
comenzó a desplegar sus medidas de gobierno, se plantearon alternativas que
alimentarían a futuro una oposición social y política. Entre 2003 y 2007, esta
dinámica fue tibia y se mantuvo relativamente contenida, pero entre 2008 y 2023,
con altibajos y cambios de vía, se hizo masiva y desbordó las posiciones de la
centroderecha y la derecha que se habían moderado en su voluntad de demolición
y refundación
A
partir de 2007, crecieron los reparos al modelo productivo y los procedimientos
políticos del kirchnerismo. En 2008, la tentativa de aplicar un nuevo régimen
de retenciones a las exportaciones del agro (centralmente, la soja) para
financiar un desequilibrio económico que amenazaba la continuidad electoral del
peronismo generó una crisis que funcionó como plataforma de convergencia de
esas dos críticas en un proceso de fuerte polarización que se expresó con
amplias e intensas movilizaciones y dio lugar a “la grieta”, esto es, a la
radicalización. A lo democrático - popular que pretendía expresar el kirchnerismo,
se opuso lo republicano, y “el campo” se convirtió en la metáfora de una idea
económica alternativa que oponía mercado a Estado, producción a consumo,
apertura al mundo a mercado -internismo. En la aleación de republicanismo y
libertad cabían casi todas las objeciones institucionalistas y económicas al
predominio kirchnerista. El continente definido por las premisas opositoras se
fue poblando cada vez más, aunque el crecimiento no fue lineal y sus fronteras
con el oficialismo y sus divisiones internas resultaron móviles y porosas
(baste decir que allí entraron y de allí salieron dirigentes como Alberto
Fernández o Sergio Massa).
Vista
en retrospectiva, la “crisis del campo” señala el momento en que la
politización y la polarización dieron un salto cualitativo en términos de
organización, en la disputa en las calles y en la formación de bloques que se
oponen de modo extremo e incondicional. Las elecciones no lo son todo, pero ofrecen
puntos de condensación de ese proceso. Una primera manifestación electoral fue
el triunfo de Francisco de Narváez en 2009 en la provincia de Buenos Aires,
frente a una lista encabezada nada menos que por el entonces expresidente
Néstor Kirchner. En 2013 y en el mismo distrito, Sergio Massa representó el
enfrentamiento al cepo y la re-reelección de Cristina Kirchner, e hizo patente
que el triunfo nacional del 54% obtenido en 2011 no tenía la solidez que
predicaban los peronistas que entonces habían adoptado la consigna de “ir por
todo”. También debe decirse que el reconocimiento incondicional de los
resultados electorales por parte del kirchnerismo reveló que las denuncias de
autoritarismo consistían muchas veces en sobrerreacciones políticamente
instrumentadas que, sin embargo, no dejaron de enrarecer el clima y entorpecer
la tramitación de consensos que podrían haber influido positivamente en la
situación económica
Desde
2012, la oleada opositora que encabezaron fuerzas situadas a la derecha del
gobierno se ensanchó más allá de los herederos de la convertibilidad, los
opositores de siempre y los críticos movilizados en 2008, para contener a
nuevas generaciones con otros problemas, otras agendas y otros medios y,
también, la desagregación de dirigentes y electores peronistas. La frustración
producto de la inflación y su desconocimiento institucionalizado, así como el
angostamiento económico cifrado en el cepo lograron ampliar las filas y
banderas antikirchneristas. Comenzaron a señalarse los privilegios y costos que
acompañaban los derechos, las reparaciones y la entera obra de gobierno, la
crítica de la obstaculización estatal, la percepción de una élite aislada de la
sociedad y de sus intemperies, la reivindicación del mérito, el esfuerzo y la producción.
La victoria del Frente de Todos en 2019 terminó siendo pírrica: una vez en el
gobierno, quedó claro que esa fuerza no podía definir un rumbo (en caso de
haberlo concebido antes) ni entendía los cambios sobrevenidos desde 2011 y, en
consecuencia, fue incapaz de afrontar una situación que exigía asignar
pérdidas, gestionar la pandemia, la sequía y las conmociones internacionales
Esto,
finalmente, le daría sus razones al cálculo de un Mauricio Macri que siempre
apostó a la fragilidad de sus sucesores y que ya en 2018 había desplazado sus
identificaciones de Obama y Macron a Trump y Bolsonaro. Gracias a ese giro, pudo
obtener, en 2019, un altísimo piso electoral, pese a los traspiés
significativos de su gestión presidencial. Este vuelco específico contrasta con
otros casos contemporáneos de radicalización de las derechas: el líder de
Cambiemos, que tal vez haya advertido el ascenso de lo que ahora aparece
sedimentado y expandido, también es responsable de haber erosionado
tempranamente el supuesto cerco sanitario con que un razonamiento mecánico, una
lectura errada del panorama europeo y, al mismo tiempo, un reflejo herodiano se
ilusionaban en aquel entonces, y aún hoy, con una resistencia efectiva al
crecimiento de la derecha radical vernácula (sea este en porcentaje o en su
capacidad de redefinir el programa y la política de la derecha
institucionalizada al punto de subordinarla). Macri advirtió bastante antes que
muchos observadores y actores la transformación de la sociedad y respondió
procurando para su partido el papel que habían tenido en otros casos las
derechas alternativas. Este movimiento habilitó la convergencia estratégica
entre la derecha radical en abrupto crecimiento y sectores de Juntos por el
Cambio alrededor de un programa ambicioso y agresivo de posiciones libertarias
Si
vamos más a fondo, el fundador de Cambiemos ejecutó una suerte de salto al
vacío sabiendo que forzosamente alguien ocuparía esa posición. Pero el
desplazamiento que facilitó no se debe solo a una jugada habilidosa de un
dirigente, sino a razones más estructurales. En primer
lugar, las características del sistema de partidos en las últimas
décadas y las porosidades de estos frente a las solicitaciones extremas. En segundo lugar, a lo que Guillermo O’Donnell definió
tempranamente como la contingencia del compromiso entre capitalismo y
democracia en América Latina, teniendo en cuenta la condicionalidad del apoyo
de las élites a la democracia, la débil extensión y la fragilidad del proceso
de ciudadanización en sociedades en las que, además, una demografía vibrante
ofrece masas de disconformidad vociferante. En tercer
lugar, a las dinámicas propias de un capitalismo autoritario que, según
señala Velho (2023), pueden ser interpretadas como la susceptibilidad, ante
cualquier cuestionamiento, de clases dirigentes que viven en estado de acumulación
originaria permanente
La
estrategia de Macri no carecía de punto de apoyo ni de horizonte:
independientemente del poder institucional de las coaliciones políticas, la
relación de fuerzas simbólicas en la sociedad desfavorecía el proyecto nacional
- popular mucho más marcadamente que en 2015, cuando ya estaba cuestionado en
los términos en que lo ofrecía el kirchnerismo. Y todavía faltaba el proceso
2019-2023, en que los efectos de la pandemia, de la situación internacional y
de la irresolución de la herencia del gobierno anterior en manos de una alianza
trabada en sus luchas internas y sus inercias volverían aún más desventajosa la
situación para el peronismo oficial, que perdió la posibilidad de imponer una
interpretación capaz de invalidar la orientación del gobierno precedente. El
Frente de Todos se presentaba en conflicto con fuerzas económicas y sociales
que se le oponían con éxito y, también, con partes crecientes de la sociedad a
las que progresivamente dejó de interpretar y a las que, para acentuar el
desgarro, en 2019 había seducido con intenciones de cambio –el “volver mejores”
que respondía también a demandas de autocrítica–, tan rápidamente frustradas
como las expectativas de retorno al viejo paraíso
Pese
a los anhelos de reedición del kirchnerismo de los primeros 2000, que en parte
signaron el inicio del gobierno, la relación de fuerzas había mutado: la
tentativa frustrada de estatización de Vicentin, amenazada por una eventual
derrota que se insinuaba como repetición degradada de la de 2008 con el campo,
lo demostró con creces, salvo para los voluntaristas que prefirieron imputar el
traspié a la tibieza presidencial. El declive del kirchnerismo tuvo como reverso
el crecimiento y la expansión de las ideas de distintos líderes, entre ellos
Javier Milei. Esto sucedía, sin embargo, sobre el telón de fondo de un cambio
profundo del perfil social del país, que, cuanto más se prolongaba un
estancamiento exasperante, se convertía en terreno fértil para la
radicalización ideológica y política y las convocatorias liberales Desde mucho
antes de 2021, sectores crecientes de la cociedad han interpretado lo que los
sociólogos llamaron “cuentapropismo” o “informalidad” como una categoría
laboral y moral al mismo tiempo. La sociedad de emprendedores que se hacen
cargo de sí mismos y han llegado a la conclusión de que el Estado no ayuda sino
que obstaculiza; la sociedad de propietarios que se ilusiona con el éxito de
políticas ultraliberales como las que impulsó Bolsonaro en cuanto al gasto
público y la legislación laboral (y no se anotician de sus pobres resultados);
la sociedad de consumidores que al calor de la inflación se hace sensible a la
crítica de “la moneda política”; la sociedad que observa con amargura cómo el
sector privado se ve amenazado por la intromisión estatal; y la sociedad de agredidos
por la inseguridad: todos ellos configuran las bases de una sensibilidad que
pudo ser convocada por los libertarios que integran en su oferta una
combinación intensificada de libertad y orden. Para ser precisos, digamos que
no todas ni la mayor parte de las adhesiones a Milei se dan en términos de la
ideología libertaria, sino en términos de ideales de mejora económica,
seguridad, combate a la corrupción, la ineficiencia estatal e incluso –sin
radicalizar– la pregnancia del mercado y el reconocimiento de sujetos políticos
y culturales que no fueron contemplados por una agenda progresista
estrechamente centrada en los intereses de las militancias
¿Conviven
en el voto libertario reclamos autoritarios y democráticos? Sí. Pero es
justamente por el hecho de que las disposiciones sociales se intersectan de
forma contingente con las propuestas políticas que no todos esos sujetos se
plegaron a una única candidatura: muchos también votaron a Massa y acentuaron
esa opción cuando Milei, pocas semanas antes de la primera vuelta, hizo público
el placer que le causaban las expectativas de una mayor devaluación y la
incertidumbre sobre los plazos fijos en pesos que sus propias declaraciones agravaron,
y pasó así de ser el portavoz del descontento a ser un agitador del caos
EL CONSENSO PROGRESISTA PERFORADO
Llegamos
de esta manera a un caudal emergente cuya magnitud y distribución escapó a casi
todos los radares y que recoge como afluentes las frustraciones del electorado
con los dos últimos gobiernos, pero también las críticas al progresismo atribuido
al kirchnerismo, para intensificarlas en términos programáticos, culturales,
performativos y propiamente políticos. Es de notar que Milei, a diferencia de
sus competidores de Juntos por el Cambio, potencia el programa liberal sin
repetir fijaciones con el antiperonismo: para él, la enfermedad comunista nació
antes que el peronismo y se reforzó con el kirchnerismo, por lo que una
dimensión de lo que significa el peronismo no resulta necesariamente enemiga
del esfuerzo de construir una derecha popular que, conscientemente, busca no
ser vista como gorila (véase Vázquez, 2023), aunque esto no sea obstáculo para
una guerra sin cuartel contra el kirchnerismo.
La
curva de los últimos veinte años nos lleva a verificar que lo que en 2002 había
sido descartado, la dolarización, se convierte hoy en una alternativa que buena
parte del electorado considera como la
única solución posible. Las organizaciones sociales que otrora fueron
consideradas una mediación necesaria para una política mínima de reparaciones
son estigmatizadas mientras las mayorías electorales se muestran hastiadas de
los modos de protesta y las conquistas de esas organizaciones. El carácter de
la última dictadura comienza a ser discutido y con ello se toca un tabú
fundante del orden político democrático. Casi todo lo que Néstor Kirchner
movilizó para legitimarse pasa a ser ilegítimo, salvo una definición muy débil
de la democracia, que es el terreno que Milei eligió para dar su batalla.
Dentro de ella, todo es cuestionable, y en ese marco su dimensión social o su
arraigo en el “Nunca Más” a la dictadura comienzan a ser debatidos y refutados
PERO EL CICLO DEL KIRCHNERISMO
NO ES LO ÚNICO SUJETO A REVISIÓN
La
retrospección crítica que propone La Libertad Avanza va más atrás en el tiempo:
desaprueba la vida democrática contemporánea y sus áreas y procesos de
igualación, los logros sociales del peronismo, la aparición del radicalismo y
su lucha por la ampliación del sufragio, el debate público y la
profesionalización/democratización de la política y, finalmente, el proyecto
sarmientino de la educación. Más de cien años de historia asociados a la
democratización son invalidados por el discurso de La Libertad Avanza
En
este acontecer, la masificación de puntos de vista propios de una derecha
radical surge como una tentativa exitosa de retomar el camino perdido con la
caída de la convertibilidad, considerado como una estrategia económica que
exigirá una fuerza política enorme y un temple inalterable. Ese esfuerzo no
será solo de recuperación. Implicará decisiones críticas de la timidez táctica
y estratégica de las visiones históricamente existentes. En ese tren se
capitalizan todos los problemas que tuvieron los partidos que quedaron como
tradicionales: el peronismo kirchnerista y Juntos por el Cambio, que venía a
ocupar (un poco por promedio de sus fuerzas integrantes, otro por vocación y
otro poco por sentido de la oportunidad) el espacio de una centroderecha, aun
cuando recusaba esa denominación
Las
formaciones de la derecha radical recorrieron un camino que fue desde la
marginalidad al centro, de las redes a la política institucional y electoral.
Se instalaron primero en lo poco que quedaba fuera del consenso mayoritario o
aparentemente mayoritario de 2007 y, sobre todo, de 2011. Y desde un punto de
desembarco relativamente acotado recorrieron con una ambulancia simbólica
avenidas y callejones de una ciudad que en ese entonces les era indiferente u
hostil. En su camino, recogieron todo lo que iba quedando afuera y discutieron
su ordenamiento. Opusieron la idea de libertad como eje rector y alrededor de
ella estructuraron los reclamos contra el kirchnerismo, el macrismo y,
finalmente, el statu quo
El
mérito, la igualdad frente a derechos enfocados como privilegios políticos o
corporativos, la capacidad de afrontar la intemperie, el cuestionamiento al
feminismo, se conjugaron como formas de la libertad y aglutinaron una serie de
demandas que habitan contradictoriamente ese símbolo.
Lo
que el kirchnerismo hubiera querido hacer con los emblemas del peronismo lo
lograron sus detractores con las tradiciones de las derechas: las nutrieron con
todo lo que iba dejando afuera la combinación del fracaso económico con el
fracaso de una voluntad de hegemonía que, al revés de lo que Antonio Gramsci
hubiera querido (y de lo que la propia definición de hegemonía supone), intentó
conquistar la sociedad civil desde el Estado. Era imposible convocar con solidaridad
de Estado todo lo que se individualizaba en la sociedad a través de la
extensión del mercado y la experiencia que de él hacían los sujetos. Muy pocas
veces, y solo hasta cierto punto, las leyes pueden forjar realidades. Muchas
otras crean conflictos que el legislador contramayoritario pierde
Como
la tentativa del kirchnerismo de rehacer la sociedad civil desde arriba estuvo,
además, disociada entre el respeto reformista a los procedimientos y la voluntad
revolucionaria aplicada a los contenidos, solo logró alimentar el caudal de sus
contradictores
Todo
lo que iba sobrando lo aprovechó un polo que estructuró una convocatoria amplia
y contundente alrededor de un tema de prestigio incalculable y despreciado por
sus contendientes, como es la libertad, que se pobló de significados parciales
nacidos de las oposiciones intensificadas por la grieta. A lo aparentemente
indiscutible, las derechas opusieron términos nuevos y/o interpretaciones
alternativas que terminaron por imponerse porque trazan puentes con
experiencias concretas. A las imposibilidades del Estado, opusieron las
virtudes del mercado, a la retórica de los derechos, muchas veces vacía y otras
veces incomprensible, opusieron la de las obligaciones y los merecimientos. Al Comunitarismo
imaginario de militancias con visiones románticas pero alejadas de los barrios,
opusieron la militancia del individualismo práctico de una población que
–constituida cada vez más por cuentapropistas, trabajadores autónomos y
monotributistas– ve en el Estado obstaculización e ineficiencia, sea cual sea
su ocupación, remuneración y contrato laboral. A la vuelta de la política
identificada cada vez más con la actividad en el seno del Estado, opusieron el
ideal del predicador en el desierto. Jugaron a ser Sansón contra Goliat y,
mejores lectores de Gramsci al fin, dieron –desde la sociedad– su versión de la
batalla cultural y remontaron algunas de las derrotas que habían sufrido. Al
paisaje de lucha y movilización, opusieron la perspectiva del orden, y mientras
se sucedía una larga disputa por el sentido del pasado, buscaron monopolizar
casi sin contendientes el sentido del futuro
A
la opresión de la grieta y el estancamiento, opusieron la impugnación de la
política en bloque y la promesa de crecimiento para los que se sientan fuertes
Si
los liberales fueron tradicionalmente cosmopolitas y los nacional populares
fueron sucesivamente nacionalistas, latinoamericanistas, tercermundistas o
partidarios de los BRICS, nos encontramos hoy con nuevas y complejas formas de
antagonismo. El occidentalismo de los libertarios se acoge a planteos
excluyentes, belicistas e iliberales para salvar la libertad
En
tanto cuestionan el feminismo, los derechos de las minorías, los abusos de la democracia
y la subversión de las jerarquías, los libertarios empiezan a verse como
antiglobalistas en la línea de Trump e incluso capaces de reconocer algún valor
en líderes autoritarios y poco capitalistas como Putin,
mientras
que los nacional populares democráticos ya no declaran tanto sus simpatías por
el líder ruso al que antes veían como el hombre de Cristina. Para quienes
prefieren aferrarse a las taxonomías contra la dinámica de los procesos, esto era
imposible porque los ríos nacionalista autoritario y liberal conservador de las
derechas eran eternamente excluyentes y paralelos
Si
el fusionismo contemporáneo ha logrado romper esa imagen creando un rostro
complejo y heterogéneo, no es menos importante subrayar que, para una parte de
las dirigencias radicalizadas, la libertad y la democracia son in-compatibles y
que entre la primera y la segunda optan por la primera, asumiendo las
consecuencias conflictivas de apuntar contra el corazón de la democracia: esas
formaciones, en última instancia, repudian lo que llaman peyorativamente “la catedral”
–el debate interminable y paralizante– y abogan, contra la participación, por
la salida (tal como sostiene Nick Land).
Esta
concepción autoritaria no tiene problema en conjugar dos principios de
severidad social: por un lado, el mercado y la huida de la demagogia del peso a
través de la dolarización, y por otro, una cierta vocación conservadora que
reivindica la nación, el orden tradicional y aun valores religiosos
Y
aquí aparece nuevamente el resultado no deseado del maquiavelismo inocente del
nacional popular: lo que con identificaciones innecesarias con el chavismo y
con las tradiciones revolucionarias llevó a justificar soluciones
antiliberales, contribuyó a allanar el camino de un liberalismo conservador que
no necesitaba mucho para tomar ese rumbo
Cómo
leer la novedad sin exotizarla Los autores de este libro: ESTÁ ENTRE NOSOTROS; pensamos que la historia no se
repite y que la singularidad es lo propio de los fenómenos sociales (que no
admiten explicaciones del tipo “ley general de las derechizaciones”), pero no
nos negamos a darle inteligibilidad a lo que es único e irrepetible. No
entendemos la novedad como una cualidad positiva o como algo extraordinario,
sino como el producto del juego social atravesado por intenciones, estrategias,
condiciones y resultados que desbordan al más calculador de los especuladores
En
este contexto y en el de las condiciones sociológicas e históricas señaladas
hasta acá, los cuatro capítulos que siguen abordan la formación de LLA en
cuatro planos complementarios: 1.- el de las ideas de los dirigentes, 2.- el de
la organización partidaria juvenil, 3.- el de la formación de una cultura
masiva y, finalmente, 4.- el del lazo tramado con jóvenes de sectores
populares. Estos cuatro planos son las ventanas a través de las cuales hemos
observado esta fuerza política poniendo el foco en su complejidad, su racionalidad,
sus límites, sus potencias y los cuestionamientos que representa para la
democracia, sabiendo a la vez que no estamos agotando el conjunto
Como
sugieren Morresi y Vicente en el capítulo 1, continuidad y novedad se
desarrollan en contrapunto en la experiencia liberal/libertaria que sucede,
releva y supera a derechas doctrinarias y electorales, a tentativas de
copamiento de otros partidos o mandatos partidarios y a regímenes militares
Como
venimos diciendo, esa experiencia no se desarrolla ex nihilo y al mismo tiempo
trae su cuota de novedad. Aquí debe subrayarse la adopción de un énfasis
fusionista, esto es, un espíritu que no es de síntesis sino de agregación
política y cuya lógica, más allá de sus contenidos, se basa en el movimiento por
el cual, en la década de 1960, la derecha estadounidense buscó denominadores
comunes mínimos que permitieran la convivencia entre sus distintas vertientes
En
el caso de los libertarios argentinos, este movimiento se apoya en las premisas
de un autor enaltecido como líder espiritual o conducción estratégica. Se trata
de Alberto Benegas Lynch (hijo), cuya definición del liberalismo es santo y
seña entre los libertarios: “El liberalismo es el respeto irrestricto del
proyecto de vida del prójimo bajo el principio de no agresión y defendiendo el
derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”. Bajo el paraguas de esa
definición, se impulsa la sinergia entre los distintos rostros de este
temperamento político y el combate a los adversarios y enemigos
Esa
combinación permite un gesto sincrético y a la vez adversativo: de las
políticas promercado y a favor del laissez-passer a referencias positivas al
nacionalismo e incluso al nativismo; de las posturas conservadoras a un
lenguaje escandaloso similar al de la alt-right de origen estadounidense; del culto
al individualismo a la defensa de un orden social jerárquico; del desprecio a
la democracia como forma imperfecta de agregar preferencias al anuncio de plebiscitos
para imponer las reformas, pero contra otras expresiones (véase el capítulo 1)
En
un sentido específico, que Morresi y Vicente delimitan en su texto, La Libertad
Avanza sigue la estrategia del “populismo de derecha” para ir contra el arreglo
constitutivo de la democracia con dimensiones sociales
Por
este camino, los libertarios han desbordado construcciones previas o paralelas
de las derechas, que al mismo tiempo les han servido de habilitación. Como
propuesta e identidad alternativa procuraron, y consiguieron por ahora, ponerse
al frente de procesos que involucran, de un lado, la organización de
estructuras y dirigencias y, de otro, la formación y/o canalización de
movimientos que se dan en la sociedad civil tanto en el plano de los
electorados como en el de las instituciones y las dinámicas sociales y culturales
Convencidos
como estamos de que las taxonomías no son más importantes que los procesos, no
nos sorprende que el proyecto libertario haya logrado conciliar el liberalismo conservador,
el nacionalismo reaccionario e incluso la herencia menemista de manera tal que
la relación de sus dirigentes con el peronismo esté sometida a modulaciones específicas:
para ellos, el enemigo no es el peronismo sino el kirchnerismo
Nada
impide que puedan producirse desagregaciones o retornos a las formaciones
previas, pero la actual composición no debe ser minimizada ni por su falta de
pureza constitutiva ni por su carácter desencajado de una grilla clasificatoria
tan vencida por la realidad histórica como la suposición de que estábamos llegando
a un régimen bicoalicional
La
derecha alternativa desborda los términos del paradigma declinante: la grieta,
las coaliciones, el tabú de la derecha, el piso electoral alto del peronismo,
la alternancia electoral o los relevos traumáticos como posibilidad correctiva
de los malos gobiernos, el valor del empleo o de las instituciones
redistributivas. Todos estos términos pierden parcialmente valor dentro de una
dinámica que les da sentido a experiencias sociales y dinámicas económicas en
el intento de forjar una nueva clave explicativa. La exasperación y la
excentricidad del discurso de Milei permiten, justamente, una posición que contiene
el malestar en otro espacio y plantea un conflicto que deja a una versión de la
grieta como algo del viejo orden
La
grieta que él propone ubica del otro lado de “la gente de bien” a buena parte
de Juntos por el Cambio, al kirchnerismo y a la Iglesia católica
En
paralelo a lo que sucede en el campo de las ideologías y discursos, Melina
Vázquez y Ezequiel Saferstein muestran, en los capítulos 2 y 3 respectivamente, cómo esa dinámica decanta
en ensayos de organización partidaria y política y en emprendimientos
culturales que se traducen en producciones audiovisuales, literarias y
digitales
El
2001 no fue solamente el punto en que se expresaron y redefinieron las lógicas
de acción de los movimientos populares, el peronismo o las clases medias que
luego se plegaron al kirchnerismo. El 2001 fue también el momento en que las fuerzas
liberales, luego de colapsar, comenzaron un proceso de ensayos y errores que
pasaron por muy diversas tentativas hasta encontrar un camino. Como señala
Vázquez, el espejo de las organizaciones peronistas fue hiriente pero ejemplar para
las derechas. Para sus organizaciones juveniles, en un camino que iba de
adentro hacia afuera, también se trató de “recuperar la política” tal como lo
habían hecho sus contrincantes. El “que se vayan todos” también tuvo entre sus
filas a los que, tomando como origen simbólico de su posición esa ruptura,
sintieron la voluntad, la posibilidad y la obligación de hacer algo nuevo por
el país que aman pero que es fuente de sufrimientos, y participaron en la
fundación de diversas tentativas, notoriamente el PRO que, como muchos decían,
les permitió volver como CEO
Pero
a las heridas de 2001 se sumaron otras en este proceso de renovación de las
militancias de derecha. Los avances del kirchnerismo no solo ofrecían el
ejemplo de una juventud políticamente organizada. También eran percibidos como victorias
políticas y culturales amenazantes para un patrimonio que revelaba su valor,
justamente, por los ataques que recibía: las políticas de memoria y la
emergencia de leyes y proyectos que discutían las instituciones tradicionales
en el campo de las relaciones familiares y de los comportamientos sexo
afectivos. Esos avances, vividos como agraviantes desafíos, fueron un incentivo
adicional a la movilización ya que a partir de ellos la militancia se convertía
en una obligación vital y una responsabilidad
La
convocatoria a la política bajo la forma de participación en “la batalla
cultural” como primer paso muestra de nuevo la relación especular de los
organizadores político – culturales de las derechas con sus adversarios y
enemigos
La
lectura de Gramsci entre militantes, dirigentes y productores culturales los
llevó a comprender y valorar la función que cumplen las disputas por dar
sentido al mundo, por invalidar enunciadores privilegiados, por poner en crisis
los discursos con más peso en la vida social y política. Para quienes se
sentían amenazados, la sensación de estar a contracorriente, de enfrentar en
soledad una sociedad cuyas principales instituciones políticas, educativas y
culturales habrían sido copadas por el marxismo cultural en una estrategia
“gramsciana”, era una invitación a ejercer una presión simétrica y contraria
para poner las cosas en su lugar: reponer el valor de lo “políticamente
incorrecto” pero verdadero en términos de doctrinas o ideas superiores
La
militancia de viejas verdades tradicionales en tono adversativo y polémico fue
la voz de orden para un activismo que encontró en ejemplos globales de las
derechas alternativas un camino a seguir en las redes sociales, las calles, los
eventos masivos, las organizaciones políticas, el Parlamento, el ámbito educativo.
La intención de “cortocircuitar” el establishment se materializó y se hizo
eficaz en un período de siembra que lleva no menos de diez años y ya tiene
varias cosechas a su favor, sin que las torres de control y los radares del
progresismo los hayan percibido en tiempo más o menos real, por fuera de
reacciones genéricas de huida o de negación
En
ese marco, los libertarios ejercieron una presencia disruptiva que se convirtió
en la envidia de la “casta” (si se toma nota del enorme valor que ha alcanzado
la idea de “disruptivo” en la dirigencia), a tal punto que muchos políticos
tradicionales buscan algo de la magia atribuida a la disruptividad como si esta
fuese una mera forma, independiente de contenidos políticos
Es
preciso señalar acá algo que explica la sensibilización de las derechas en sus
años de formación y la de las izquierdas y el populismo en su etapa actual de
decepción y retroceso, y que no aparece en los relatos de uno y otro espectro.
El peso de miradas, oídos y voces progresistas en la educación, la cultura y en
la presencia simbólica del Estado fue menos una producción hegemónica que la
oficialización del punto de vista de grupos militantes. Poco de lo sostenido
desde esas instancias arraigó en los corazones y las cabezas de las personas con
la extensión y la intensidad que requiere la producción de una posibilidad
hegemónica como la que se declamaba necesaria, a menudo con modos altisonantes
e imperativos
Expresión
elocuente de esto es la escena que se volvió viral en agosto de 2021, en la que
una profesora de Historia de un colegio de Ciudad Evita discutía a los gritos
con un alumno que se había atrevido a cuestionar su lectura del macrismo y del
peronismo
Lo
que se confundió con hegemonía en ambas trincheras era más bien una amalgama
inestable de convicciones, nuevas posibilidades de sentido común y grandes
porciones de la aquiescencia que otorgan los gobernados a los gobernantes cuando
las cosas (léase la economía) van bien. No se trata de minimizar el impacto de
las iniciativas del kirchnerismo en la vida social y en el terreno de los
derechos individuales
Se
trata de apreciar que en la extensión mayor y más profunda de la sociedad,
donde no dejó de haber cambios, estos ocurrieron con otra intensidad y, tal
vez, por otras razones. Tanto la pretendida nueva hegemonía que asombra a los
progresistas como la situación supuestamente minoritaria que indigna a los
partidarios de las nuevas derechas son el reverso de una confusión entre la
oficialización del punto de vista y la efectiva modificación de las relaciones
de fuerza simbólica: ni el progresismo había avanzado tanto, ni la derecha
estaba tan en soledad como para que su militancia fuese un grito en el desierto
En
las experiencias partidarias y en los emprendimientos culturales de los
libertarios habita el mismo fusionismo que en el discurso político ideológico
más general. Esto implica una convocatoria amplia signada por la vocación de
ser una derecha popular y de no temerle a la circulación masiva. En este
aspecto, los libertarios cuestionan el elitismo que implícita o explícitamente
cultivaban liberales conservadores, nacionalistas reaccionarios, tecnócratas en
funciones dentro de gobiernos de distinto signo. La defensa de las jerarquías naturales
o de la desigualdad adquirida y transmitida en condiciones salvajes (esto es,
sin igualdad de oportunidades, doctrinariamente combatida por comunista) no
implica una resistencia al ejercicio de democratizar la política mediante estrategias
de transmisión que a las viejas derechas podían parecerles insoportablemente
plebeyas
La
celebración de las conversiones de quienes llegan de otras experiencias
políticas o el culto a modos de obtención y celebración de la riqueza que no
eran norma en las clases altas son parte del ejercicio de compatibilización que
se despliega en el marco sincrético de las nuevas derechas. En la batalla
cultural y política, la salida del elitismo –la exogamia para explorar nuevos
interlocutores, ámbitos y formatos de acción y comunicación– ha sido un éxito
ante progenitores políticos más recatados
En
ese contexto, se da una sinergia entre los procesos de institucionalización
partidaria y los de creación de públicos, autorías, empresas culturales y
circuitos digitales y presencia- les. Si por un lado las especializaciones son
cada vez más notorias y no hay tanta superposición entre agentes de ambos ámbitos,
por otro hay intercambio y refuerzo recíproco. Los productores culturales
ensanchan el espacio de acompañamiento partidario, mientras que las
organizaciones militantes encuentran orientación en esa producción simbólica al
tiempo que logran traducirla en logros políticos concretos en espacios
institucionalizados de disputa. Las audiencias se convierten en votos y el
crecimiento electoral en nuevas audiencias, mientras los agentes de la batalla
política y cultural se legitiman de un campo a otro abriendo canales de
intercambio entre política y cultura liberal
Los
esfuerzos desplegados por libertarios, especialmente entre los jóvenes (más
allá de que estos constituyan o no el principal caudal) han renovado y/o instaurado
las figuras del militante político y el simpatizante cultural, dos pilares de
su fortaleza actual
La
construcción de una alternativa de derecha con vocación popular se encuentra
históricamente con las transformaciones de la vida de amplias capas de los sectores
populares
Así,
la primera observación que nos entrega el último capítulo de este libro: ESTÁ ENTRE NOSOTROS; es que el lenguaje de los
partidarios de La Libertad Avanza no está restringido a esa fuerza política,
sino diseminado en la sociedad: es hablado por amplias capas de la población y
habla a través de ellas, incluso a través de los sujetos que se inscriben de
forma más o menos deliberada en otro espectro político e ideológico
No
solo los votantes de Milei, sino también los de Bullrich e incluso los de Massa
o Grabois se reconocen emprendedores, ponen en el centro el rendimiento
económico del sujeto y encarnan una versión extendida del homo economicus con
elementos de realce emocional y autoexploración psicológica que le dan un tinte
ético positivo a las estrategias para ponerse en valor en el mercado
Esto
no está exento de articulaciones que trascienden la economía y refieren a la
preocupación por la familia, los hijos e incluso el país. Este lenguaje le
confiere carácter de experiencia común a un conjunto de prácticas cuya
generalización se ha acelerado en los últimos lustros y que hasta cierto punto han
quedado fuera de los análisis
Muy
en general, llamamos “mejoristas” a una serie muy heterogénea de sujetos que se
autoperciben en esos términos y se encuentran en posiciones ocupacionales y trayectorias
muy diversas, que no se circunscriben al empleo informal
Este
lenguaje, que configura una sensibilidad, contiene también determinaciones que
responden a los debates políticos contemporáneos: implica una crítica de las
regulaciones económicas, de la actividad del Estado como agente impositivo y
como proveedor de servicios, de los partidos y los políticos como agentes
interesados en mantener, en provecho propio, una situación que se denuncia como
oprobiosa para las mayorías. Los mejoristas, incluso en su variante más
escéptica, sostienen que el progreso personal y familiar, la subsistencia cotidiana
contra la adversidad, no se deben ni pueden deberse primariamente a la acción
del Estado, ni a ninguna organización colectiva o derecho que vaya más allá de
la familia o los socios en el ejercicio de la libertad de trabajar y
usufructuar los resultados del propio esfuerzo. La voluntad, la capacidad de
aguante, la preparación, la organización personal, lo que se debe a los padres
o los hijos o lo que se recibe de ellos deben ser el fundamento de la asignación
de todos los recursos
Así,
esta ideología se distingue de las posiciones que parecen como únicas,
diferenciadas y contrastantes cuando se ve la política desde arriba:
reaccionarios y críticos, derechistas y progresistas. Las prácticas de los
sujetos que no forman parte de las élites sociales u organizativas no dejan de
implicar ideologías
Y
aunque estas no se presentan con el formato del manifiesto, el programa o el
manual, ni con las etiquetas que mencionamos (lo que las volvería visibles ante
el círculo rojo de políticos, analistas, periodistas, consultores y líderes sociales),
no hay duda de que se trata de ideologías relevantes. Tanto que pueden ser la
base de identificaciones políticas, pero sin correspondencia lineal y unívoca:
se puede ser mejorista y votar a Milei, a Massa o a Bullrich
Se
trata de motivos de identificación que escapan a las observaciones de un
establishment al que algunas veces, como hemos podido ver, superan adhiriendo a
propuestas inesperadas
ÍNDICE
= Introducción
= La piedra en el espejo
de
la ilusión progresista
Pablo Semán
= Seis
determinaciones en busca de entender
la construcción libertaria
= Las
bases históricas de una nueva sensibilidad política
= El
consenso progresista perforado
= Cómo
leer la novedad sin exotizarla
1.
= Rayos
en cielo encapotado: la nueva derecha
como
una constante irregular en la Argentina
Sergio Morresi, Martín Vicente
= Historia
de la novedad: dos familias derechistas
= La
grieta dentro de la grieta: un quiebre por derecha
2.
= Los
picantes del liberalismo. Jóvenes militantes
de
Milei y “nuevas derechas”
Melina Vázquez
= Ciclos
de movilización, derechas
y disputas por la representación de las
juventudes
= Pandenomics
y el llamado a las juventudes libertarias
Jóvenes
y de derecha
3.
= Entre
libros y redes: la “batalla cultural”
de
las derechas radicalizadas
Ezequiel Saferstein
= La
cultura masiva como campo de disputa
= Los
distribuidores de ideas y artefactos culturales
= Apropiarse
de la batalla cultural
4.
= Juventudes
mejoristas y el mileísmo de masas.
Por
qué el libertarismo las convoca
y
ellas responden
Pablo Semán, Nicolás Welschinger
= Sitiados
simbólicamente
= El
mercado vivido y el liberalismo de masas
= Mejorismo:
el valor moral y político
de afrontar la intemperie
= La
reacción contemporánea: ¿por qué
el libertarismo convoca y el mejorismo
responde?
= La
categoría “derecha” en el electorado de Milei
= Acerca
de las y los autores
FICHA TÉCNICA:
1
Libro
208
Páginas
Pasta
delgada en color plastificado
Primera
edición 2023
ISBN
9789878012957
Pablo Semán
Escriben: Sergio Morresi, Ezequiel
Saferstein,
Melina Vázquez, Martín Vicente, Nicolás
Welschinger
y Pablo Semán
Editor Siglo XXI
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¿DE DÓNDE SALE Y HASTA DÓNDE PUEDE LLEGAR
LA EXTREMA DERECHA QUE NO VIMOS VENIR?
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