domingo, 28 de septiembre de 2025

DESARMAR AL PIBE CHORRO

 

DESARMAR AL PIBE CHORRO

Rodeos en torno a las transgresiones juveniles urbanas

Libro Autor Esteban Rodríguez Alzueta

Editor Didot

PRIMERA EDICIÓN 2023

 

LIBRO RECOMENDADO

En Argentina tenemos una expresión muy cómoda para nombrar a los jóvenes problemáticos, una suerte de metáfora: "pibe chorro". Esos pibes que, antes de ser "chorros", fueron también los "menores", "los delincuentes" o los "jóvenes en conflicto con la ley penal"

El delito juvenil suele ser presentado como un "flagelo", es decir, como un evento negativo que desordena a la comunidad, rompe los vínculos sociales, desafía a las instituciones. Pero como luego se verá, el delito protagonizado por los jóvenes tiene un componente productivo que no hay que perder de vista a la hora de comprenderlo. Un costado que hará que sus ilegalismos sean difíciles de combatir toda vez que se han vuelto recursos económicos y políticos necesarios para reproducir la vida y sostener otras formas de sociabilidad

La criminología bricollage es una criminología comprensiva y colaborativa toda vez que se propone aunar los diferentes puntos de vista que se han ensayado en torno al crimen, según distintas metodologías y estrategias de campo. El acceso a la realidad es múltiple y plural. Aspiramos a la máxima amplitud de mira científica, por eso nuestro utillaje conceptual será variopinto. De esa manera buscaremos asediar a un objeto que se posa sobre arenas movedizas. Lo asediamos cuando lo construimos. Actuar por asedio nos permitirá constelar problemas complejos: nos moveremos a medida que se mueva el objeto que tenemos delante, y la mirada sobre ese objeto escurridizo saldrá transformada también. Ya no seremos los mismos de antes, tendremos más preguntas en el haber, pero también más puntos de partida para recomenzar la próxima vez

ÍNDICE:

Introducción / Constelaciones complejas para desarmar

a los pibes chorros

CAPÍTULO 1

=   Mitificaciones

=   Un revólver en la cabeza

=   Perezas y modorras

=   Cancelaciones y banalización de la realidad

=   Jibarización y chivos expiatorios

CAPÍTULO 2

=   Entretelones

=   Pobreza y lumpenaje

=   Desorganización y descontrol

=   Desigualdad y descontento social

=   Anomia, desorden y fragmentación: malestares sociales

=   Declive institucional y desbande juvenil

=   Mercado y consumos malditos: lujo y joda

=   Los asesinos de Hemingway

Palabras filosas: estigmas y prejuicios

=   Catarsis y resentimientos sociales

=   Profecías autocumplidas: círculos violentos

CAPÍTULO 3

=   Agencias

=   El niño criminal

=   Una trinchera cultural: Sobrefabulaciones,

cultura de la dureza y pibe chorro hiperreal

=   Malas yuntas: estrategias de pertenencia

=   En el limbo: deriva y justificaciones

en torno al delito y las subculturas

=   Organizaciones agregadas y cadena de favores: la grupalidad

como forma de promoción social

=   Resistencias y estilos subculturales: tensiones entre la cultura

parental y la cultura de masas

=   Rabia y política: expresionismo criminal y crisis de confianza

Travesuras y divertimentos: una vía para la insubordinación lúdica

=   La escuela revuelta: el aula como campo de entrenamiento

=   Las ambigüedades del delito: entre la inclusión y la aventura

=   Emociones furtivas: entre la bronca, el aburrimiento y la aventur

=   Delito y juventud

=   Las pasiones tristes: envidia y desprecio

=   Si no hay futuro no hay pecado: Los umbrales de violencias

cuando ya no hay nada que perder

CAPÍTULO 4

La productividad económica de los ilegalismos

plebeyos y su regulación policial

Crimen y capital

=   Hostigamiento y reclutamiento policial: fuerza de trabajo

y trayectorias criminales

=   El delito común como campo de entrenamiento

=   Bolsas de trabajo: reclutamiento indirecto del bardo flotante

=   La regulación del delito callejero

=   Activación de controles sociales informales

=   El enganche en contextos económicos deprimidos

=   Economías criminales, circulación de armas y violencias

interpersonales

=   Entre el fordismo y el posfordismo

=   Energías anímicas del trabajo inmaterial

=   Mercados acoplados y trayectos sociales estancados

=   El eslabón más débil de una criminalidad

compleja, desigual y combinada

=   Un puño sin brazo: la mano invisible de los mercados

y la violencia excentrada

CAPÍTULO 5

=   La productividad social y política de la lucha contra

el delito de los pobres

=   La economía moral de la pena:

el sistema punitivo y la cohesión

social

=   Agarrarlos de chiquitos: ¿Déficit de autoridad, familias

disfuncionales y carencias cognitivas?

=   Interludio: el realismo de la derecha y los cuentos de la izquierda

=   Vitricidas: ¿Monstruos o calculadores?

=   Gentrificación y delitos predatorios

=   Sobrepoliciamiento y subpoliciamiento: policiamientos

contradictorios

=   Las vidrieras punitivistas: campañas de pánico moral, chivos

expiatorios y consensos químicos

=   El cuerpo roto es el mensaje: Linchamiento vecinal y gatillo

policial

CAPÍTULO 6

=   Rescates y reformas

=   Desmontar el mito, expandir los límites de nuestra experiencia

=   Problemas complejos requieren respuestas complejas

=   Tu delito nuestro: La historia de la violencia detrás de la violencia

=   Hacia una reforma madurativa

=   La ética del rescate y prácticas de cuidado entre sí

=   Delito y políticas de la amistad (el diálogo y el perdón como

formas de tramitar las conflictividades juveniles)

=   Bibliografía

FICHA TÉCNICA:

1 libro

332 páginas

Pasta delgada en color plastificada

Primera edición 2023

ISBN 9789878949154

Autor Esteban Rodríguez Alzueta

Editor Didot

 

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DESARMAR AL PIBE CHORRO

 

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DESARMAR AL PIBE CHORRO

Comentario a Esteban Rodríguez Alzueta:

Rodeos en torno a las transgresiones juveniles urbanas.

De Augusto Oscar Montero - Universidad Nacional del Litoral, Argentina

En revista Delito y Sociedad, 2025, vol. 59, núm. 1

https://portal.amelica.org/ameli/journal/284/2845354013/

El vínculo entre juventud y delito y los procesos sociales e institucionales que lo rodean y estructuran fue uno de los ejes ordenadores de los debates de la criminología sociológica desde el momento mismo de su emergencia, con la llamada Escuela de Chicago. En Argentina este problema también ocupó un lugar importante y fue objeto de una serie de interesantes publicaciones, especialmente desde los primeros años del siglo XXI (Kessler, 2004, 2013; Tonkonoff, 2001, 2003, 2007; Míguez, 2002, 2004, 2008; Rodríguez Alzueta, 2016, entre otros). En el libro que comento, elaborado en base a su tesis doctoral en Ciencias Sociales, Esteban Rodríguez Alzueta retoma este problema desde una mirada crítica y en base a un recorrido por buena parte de los abordajes que se han propuesto en el campo de la sociología del delito y del sistema penal, a los que hace dialogar con aportes de la teoría social más general —así como del rock, la literatura y la filosofía— en una lograda tentativa para actualizar y volver a poner en foco una problemática que mantiene su vigencia

Se trata de una obra múltiple y profunda, que desafía fuertemente la tarea de seleccionar sus ideas principales; resaltaré algunas de los que son a mi juicio las más importantes

Su punto de partida es la afirmación de que «los pibes chorros no existen, son un mito» (p. 14). El autor sostiene que esta denominación es, en definitiva, una fantasía, no tiene en sí misma un referente «real» concreto y delimitado. El contexto y los procesos de su emergencia y aplicación, así como sus variadas consecuencias, serán parte de la sustancia del libro. Antes, en el primer capítulo, se pone el foco fundamentalmente en dos temas centrales: primero, el rol de los medios de comunicación en la construcción de este «artefacto cultural». Rodríguez Alzueta vuelve aquí a una de sus preocupaciones persistentes (Rodríguez Alzueta, 2000, 2019, entre otros), apuntando a dos procesos que denomina de «banalización» y «jibarización» de los «pibes chorros», que se generan a partir de representaciones periodísticas de la realidad desproporcionadas, simplificadas y descontextualizadas, que tienen el efecto de «borrar las diferencias» y oscurecer los matices (p. 35). En segundo término, se hacen visibles las imposibilidades que este mito introduce para el conocimiento y la comprensión. En este sentido, surge la necesidad de «hacerle frente» (p. 43), con el objetivo de trascender estas etiquetas y reponer la multiplicidad que esconden, como una tarea indispensable para abrir las condiciones para pensar esta cuestión desde otro lugar y generar «un ámbito de reflexión y debate» (p. 22) y para diseñar e implementar estrategias de intervención más adecuadas

Es importante destacar, en segundo lugar, una característica de la perspectiva general de la obra, un posicionamiento que resulta transversal y que se aprecia en el tratamiento de todos los temas que se trabajan. En el desarrollo de su propuesta el autor despliega una atención constante hacia el carácter complejo de los asuntos que se abordan y, en consecuencia, de las tareas que este abordaje supone. Ninguna separación simplificadora es aceptada; en cada segmento del problema se iluminan rupturas y continuidades; las definiciones son interrogadas de manera crítica. Esto se ve, por ejemplo, concretamente en relación con su objeto, el «pibe chorro», en torno al cual esa complejidad se describe en forma de «capas» que es necesario desmontar, una característica que hace referencia a una temática con dimensiones distintas y superpuestas. Pero también, como veremos más adelante, en la concepción de las diferentes facetas de la acción, en la superposición de los mercados ilegales, informales y formales o en los límites difusos de la grupalidad juvenil

Esta concepción general de sus objetos exige claves teóricas diferentes y combinadas para el análisis. Así, el mito del «pibe chorro» será «constelado», observado con lentes distintos desde diferentes ángulos y a través de necesarios rodeos, procediendo —apoyándose en Michel Foucault— por «saturación progresiva» (p. 20). En este desarrollo, la obra viaja entre lecturas detalladas de la abundante literatura que se ha publicado sobre este tema —fundamentalmente sociológica y criminológica, pero con múltiples recursos a otros campos— en un recorrido casi exhaustivo por publicaciones críticas que nutre una caja de herramientas que siempre es empleada con inteligencia y sutileza. Utiliza las teorías, dice, no porque «sean un espejo de la realidad», sino por su «capacidad de desarmar el mito del pibe chorro» y agregar «preguntas necesarias para que le devuelvan la complejidad a la realidad con la que nos medimos» (p. 22). En este sentido, afirma adherir a una «criminología bricollage», «comprensiva y colaborativa toda vez que se propone aunar los diferentes puntos de vista que se han ensayado en torno al crimen, según distintas metodologías y estrategias de campo» (p. 24).

 

Otro de los puntos generales que quiero mencionar tiene que ver con que en cada uno de los rodeos que propone para enfocar los diversos aspectos del problema está puesta en operación lo que Jock Young (2011), siguiendo Wright Mills (1959), llama «imaginación criminológica», la descripción de las relaciones de la biografía humana con la historia y la estructura social. En efecto, nunca se pierde de vista en la obra el marco generado por las transformaciones de orden estructural en el mercado laboral y el retroceso de las capacidades estatales, que se aceleraron a mediados de la década de 1970 y se consolidaron sobre todo a partir de las reformas desplegadas durante los años 1990. Estos procesos —descriptos fundamentalmente en el Capítulo 2— resultaron en un tejido social fragmentado y en una crisis de las «trayectorias laborales, familiares y escolares estables que normaban y daban sentido (identidad, certidumbre y perspectiva) a las relaciones sociales» (p. 75). Este es el contexto histórico en el que se inscriben las biografías individuales de estos jóvenes y en el marco del cual pueden y deben ser comprendidas (p. 31). Pero también es este mismo escenario el que ayuda a dar sentido al resentimiento y a las oleadas de «pánico moral», estigmatización y punitivismo que constituyen una parte central de este problema (Capítulo 5)

En este desarrollo, el libro se enfrenta a otro tema medular de la teoría social: el de la tensión entre «la necesidad y la libertad, la determinación y la voluntad» (p. 24). En efecto, los elementos del contexto que, como dijimos, siempre deben ser tenidos en cuenta a la hora de analizar estos procesos de ninguna manera proveen explicaciones acabadas acerca de estas acciones violentas. Siguiendo la muy citada observación de Marx en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Rodríguez Alzueta muestra cómo las circunstancias —a menudo muy difíciles— en las que los jóvenes despliegan sus trayectorias vitales imponen limitaciones en sus estructuras de oportunidades legales y generan las condiciones para la acción ilegal. Pero también se ocupa permanentemente de hacer foco en las maneras diversas en que esas dificultades son enfrentadas, haciendo uso de márgenes de acción más o menos amplios. En línea con las propuestas de David Matza, procesos relacionados con los cambios y la supervivencia materiales (pobreza, fragmentación), con dinámicas institucionales (policía, escuela) y sociales (estigmatización) generan fuertes condicionamientos y limitaciones que deben ser tenidos en cuenta a la hora de explicar una «deriva» —y de ninguna manera una determinación— hacia la comisión de delitos

Hay un proceso clave que aparece de la mano de la observación que se hace en la obra de los márgenes de libertad con los que cuentan los jóvenes y es aquél que emerge para hacer frente a la «estigmatización» y que el autor llama «contra estigmatización» (trabajado principalmente en el Capítulo 3). Así, como reacción a las variadas situaciones de humillación que experimentan se expande entre los «pibes chorros» una «cultura de la dureza» que «convierte estigma en emblema». En este marco, los jóvenes recuperan su capacidad de agencia. «A través de la contra estigmatización tienen la oportunidad de recobrar al sujeto alienado… de transformarse otra vez en sujetos» (p. 113). Y aquí va a retomar un concepto interesante: el bardeo, el arte de provocar al otro, enfrentarlo no solo con la palabra sino con la mirada y la compostura o los movimientos del cuerpo (Rodríguez Alzueta, 2016). A través del bardeo, «el joven se da cuenta de que además de ser «objeto» de estigmas es «sujeto» de acciones, a través de las cuales puede devolver el golpe y recobrar su voluntad». En este proceso, actúa los prejuicios de sus vecinos y vecinas, maestros y maestras, y se convierte así en un «pibe chorro hiperreal» (p. 123)

Por otro lado, el autor dialoga con las propuestas de la criminología cultural para realizar una disección de la acción (en este caso, de la acción violenta) que ilumine sus diversos componentes: instrumentales, emotivos y expresivos. En particular se enfoca (en los capítulos 3 y 4) en estas dos últimas dimensiones «que no hay que perder de vista si se quiere comprender las novedades del fenómeno» (p. 217)

En efecto, la faceta «emotiva o lúdica» tiene que ver con «violencias que también divierten, son un gran atractivo porque producen adrenalina, euforia, fascinación, goce, hacen reír, sacan del aburrimiento y motorizan la grupalidad» (p. 191). En el libro se señalan dos elementos del contexto que son centrales para la comprensión de estas acciones delictivas: en primer lugar, un dato estructural, que tiene que ver con la explosión de la lógica de mercado y del consumo en esta etapa del capitalismo. En este escenario, el delito genera atracción debido a «las emociones asociadas al consumo derrochado» (p. 84). Ahora bien, resulta muy interesante cómo el autor asocia estas emociones a lo grupal: el consumo activa la experiencia de la grupalidad «para componer una identidad, una pertenencia, un lugar en el mundo» (p. 86). De manera que el impacto del consumismo está mediado por la condición colectiva de buena parte de la socializabilización juvenil. «Si el mercado genera delito es porque los jóvenes encuentran en esos objetos (encantados) la oportunidad de activar (encantar) la grupalidad a través de su derroche» (p. 89). Es el marco grupal, entonces, lo que hace cobrar sentido a muchas de estas dinámicas sensuales. Cabe señalar que esta grupalidad también busca ser capturada con la complejidad que presenta en nuestros contextos, para la cual no le parecen adecuadas al autor las categorías de «banda» o «pandilla» (p. 135). En esta dirección, emplea a David Matza y a William Foote Whyte para «restar gravedad a la grupalidad», lo cual no implica quitarle importancia sino correrse de las miradas que los simplifican considerándolos «enclaves sociales» (p. 146) y reconocer su carácter más lábil y sus límites más difusos

Por otra parte, se destaca el costado «expresivo» de la acción violenta, aquel que enfatiza sus aspectos «comunicativos». Los jóvenes aquí quieren comunicar algo: descontento, rabia, bronca (p. 155). Rodríguez Alzueta se mueve aquí también en línea con las propuestas de Young (2003) que calaron en la criminología cultural. La rabia constituye un elemento que «permite pensar la relación entre las condiciones objetivas y las condiciones subjetivas, entre la pobreza y las formas en que se vive la pobreza» (p. 162). Y también con las reflexiones de Jack Katz (1988) sobre la relación entre la rabia y la humillación: los jóvenes usan la violencia para «hacer frente a las múltiples humillaciones» (p. 162). En su despliegue comunican esa condición, dejan «una firma, una huella reconocible o… un modus operandi para emitir un mensaje» (p. 192)

Hay un problema más que también merece ser destacado por el tipo de abordaje que plantea. Tiene que ver con el funcionamiento de los mercados ilegales y su articulación con los mercados informales y formales (p. 198), por un lado, y con cómo es presentado el rol de la policía para la inscripción de los «pibes chorros» en sus dinámicas, por otro

En primer lugar, a partir fundamentalmente de una lectura de Vicenzo Ruggiero, se busca visibilizar la superposición entre los distintos circuitos económicos. «Los mercados ilegales no constituyen un mundo paralelo: están enmesetados o acoplados a los mercados ilegales e informales» (p. 202). El autor cita su trabajo relacionado con el mercado de autopartes (Rodríguez Alzueta, 2013) para iluminar estas continuidades y conexiones: «los mercados ilegales resuelven muchos problemas a los mercados informales que a su vez les resuelven los problemas a los mercados formales» (p. 226)

Ahora bien, de acuerdo con la lectura que propone Rodríguez Alzueta (principalmente en el Capítulo 4), hay prácticas policiales que juegan un papel central para la incorporación de los jóvenes a las actividades que les son requeridas en el marco de mercados ilegales. «El tratamiento que los policías hacen de esta adolescencia, perfila una identidad devaluada que ejerce una presión extra sobre sus futuras filiaciones y crea de paso condiciones para que entrene capacidades que después los mercados ilegales necesitarán para valorizarse» (p. 204). Esas capacidades tienen que ver con la ya mencionada «cultura de la dureza», que incluye una serie de cualidades que los jóvenes reúnen y que se vuelven perceptibles si se los «mira de cerca»: manejar los códigos de la calle, saber cómo ganarse el respeto y otros «talentos anímicos» que se aprenden en la vida grupal y que «se convertirán también en un instrumento de trabajo» en la medida en que vuelven aptos a los jóvenes para integrarse en ciertas economías criminales (p. 224, 225). Así, la policía empieza con un esquema de tolerancia y cuando los jóvenes muestran que se han formado generan las condiciones para que se vinculen a una economía ilegal, en un proceso que Rodríguez Alzueta llama «reclutamiento indirecto» (p. 206). Todo este proceso debe situarse, insiste, en el marco del «estallido del aparato productivo» con la consiguiente desocupación y precarización laboral crónica, que genera las condiciones para que estos jóvenes tengan como referencia a las economías ilegales (p. 215)

El Capítulo 5, por su parte, desarrolla un análisis —tomando como punto de partida el planteo de Durkheim— sobre el rol que el delito juega para el reforzamiento del orden social. Muestra cómo muchas de las concepciones sobre esta temática que circulan en nuestro contexto son afines con la «criminología realista de derecha, escrita a cuatro manos entre los neoconservadores y neoliberales» en Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XX (p, 243). Las ideas centrales de esta corriente y su impacto en las políticas públicas son analizadas críticamente y situadas en el contexto de transformaciones económicas, políticas y culturales amplias. Como contraposición, presenta las lecturas de la Escuela de Birmingham y de Stanley Cohen acerca de los pánicos morales para dar cuenta de cómo actores políticos «arman al pibe chorro para desplegar al sistema penal, porque aprendieron que su despliegue es una forma de componer consensos anímicos que les permiten perpetuarse en el gobierno y remontar la desconfianza» (p. 277)

En el cierre (Capítulo 6), el libro no le escapa al desafiante tema de qué hacer, para lo cual plantea una serie de indicaciones generales. En primer lugar, es importante avanzar hacia un planteo correcto del problema, dado que «un problema mal planteado es un problema sin solución» (p. 282). En este camino, conocer con la mayor precisión posible las motivaciones de quienes cometieron delitos es absolutamente fundamental «para saber cuál será la mejor respuesta del Estado». Y esa respuesta debe contar con posibilidades variadas y adaptables, siempre multiagenciales (p. 282)

Resulta central también reconocer, en segundo lugar, que el delito «es la punta de un iceberg», que es la expresión de un conflicto que va mucho más allá de sí mismo y que existe una «responsabilidad social» acerca del mismo. Esto no se aprecia si visualizamos el problema con las lentes de los operadores judiciales o de la «justicia mediática», siempre tendiente a individualizar las culpas (p. 286). Vuelve a considerar medular, con Matza y Foote Whyte, que el problema sea correctamente dimensionado, que se reconozca que «una mínima porción de los jóvenes transgrede la ley» y que de todos ellos, la mayoría dejará de hacerlo en el marco de la llamada «reforma madurativa» (p. 292)

En la última parte analiza el lugar que tiene el «rescate juvenil» y las acciones que lo componen, siempre teniendo en cuenta la voluntad necesaria para desplegarlas. Vuelve a apoyarse aquí en Michel Foucault y en lo que llama las «prácticas de sí» o «de cuidado de sí» para tratar de entender a través de qué medios y experiencias los jóvenes «buscan guionar sus vidas en función de otros criterios, otros afectos» (p. 295). En este sentido «rescatarse implica una transfiguración significativa en los modos de sentir, percibir, hablar y actuar de cualquier persona» (p. 296). El cierre del libro busca dar cuenta, teniendo en cuenta la perspectiva de los jóvenes, de los variados contenidos y posibilidades que acarrea esta idea. Casi como un epílogo, propone luego a las «políticas de la amistad», basadas en el diálogo y el perdón, como la forma más conveniente de tramitar las conflictividades juveniles

Al final del recorrido, queda la sensación de que todos los matices de este asunto complejo han sido incorporados al análisis. Restan, por supuesto, preguntas pendientes, pero la plataforma para su abordaje queda establecida por esta obra. En definitiva, estamos desde mi punto de vista frente a uno de los aportes más trascendentes de los últimos tiempos a la comprensión de las transgresiones juveniles urbanas, que deberá constituir parte ineludible de los debates teóricos y políticos que se desplieguen en torno a estas de aquí en adelante

REFERENCIAS

=   Katz, Jack (1988): Los encantos del delito. Atracciones morales y sensuales de la maldad, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2023

=   Kessler, Gabriel (2004): Sociología del delito amateur; Buenos Aires, Paidós

=   Kessler, Gabriel (2013): “Ilegalismos en tres tiempos”, en Robert Castel, Gabriel Kessler, Denis Merklen y Numa Murard, Individuación, precariedad, inseguridad ¿Desinstitucionalización del presente?, Buenos Aires, Paidós

=   Míguez, Daniel (2002): “Rostros del desorden. Fragmentación social y nueva cultura delictiva en sectores juveniles”, en Sandra Gayol y Gabriel Kessler (comps.), Violencias, delitos y justicias en la Argentina, Buenos Aires, Manantial

=   Míguez, Daniel (2004): Los pibes chorros. Estigma y marginación, Buenos Aires, Capital Intelectual

=   Míguez, Daniel (2008): Delito y cultura. Los códigos de la ilegalidad en la juventud marginal urbana, Buenos Aires, Editorial Biblos

=   Rodríguez Alzueta, Esteban (2000): Justicia mediática. La administración de justicia en los medios masivos de comunicación, Buenos Aires, Ad Hoc

=   Rodríguez Alzueta, Esteban (2013): “La sustracción de vehículos y el tráfico ilegal de autopartes usadas en Argentina. (Delitos de pobres, poderosos y sectores medios)”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nro. 35, Santa Fe, Ediciones UNL

=   Rodríguez Alzueta, Esteban (comp.) (2016): Hacer bardo. Provocaciones, resistencias y derivas de jóvenes en la periferia, La Plata, Malisia

=   Rodríguez Alzueta, Esteban (2019): Vecinocracia. Olfato policial y linchamientos, La Plata, EME

=   Tonkonoff, Sergio (2001): “Meter caño. Jóvenes populares urbanos: entre la exclusión y el delito”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nro. 15/16, Santa Fe, Ediciones UNL

=   Tonkonoff, Sergio (2003): “Microdelitos, juventudes y violencias. La balada de los pibes chorros”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nro. 18/19, Santa Fe, Ediciones UNL

=   Tonkonoff, Sergio (2007): “Tres movimientos para explicar por qué los pibes chorros visten ropa deportiva”, en AAVV, La sociología ahora, Siglo XXI, Buenos Aires

=   Wright Mills, Charles (1959): La imaginación sociológica, Fondo de Cultura Económica, 2010

=   Young, Jock (2003): “Merton con energía, Katz con estructura. La sociología del revanchismo y la criminología de la transgresión”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, Nro. 25, Santa Fe, Ediciones UNL, 2008

=   Young, Jock (2011): La imaginación criminológica, Marcial Pons, 2015

 

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sábado, 27 de septiembre de 2025

ELOGIO DE LA REBELDÍA


 ELOGIO DE LA REBELDÍA

Libro Autor Lamberto Maffeí

Editor Alianza

PRIMERA EDICIÓN 2017

 

LIBRO RECOMENDADO

Si en "Alabanza de la lentitud" el neurobiólogo Lamberto Maffei rompe una lanza a favor del provecho y adecuación que para toda actividad humana, pero especialmente la relacionada con los procesos cerebrales, tiene el no dejarse arrastrar por el vértigo de la vida actual, en "Elogio de la rebeldía" –obra en cierto modo complementaria– llama la atención acerca de los perjuicios que el estilo de vida que nos viene impuesto, mediatizado en gran parte por estímulos y demandas constantes, pantallas y clics, causa también a un espacio fundamental de la actividad cerebral y, por extensión, humana: aquel que demanda no sólo una conexión afectiva y efectiva con los demás, sino también con la naturaleza, el clima y la realidad física que nos rodea. Arte, ciencia, cultura, son expresiones de rebeldía, de libertad, de un cerebro que no es pasivo y conforme, sino que quiere ir más allá, y esto, nos explica Maffei, «es expresión del cerebro lento, del cerebro del tiempo y del lenguaje, del diálogo con los demás»

Autores y Colaboradores

Lamberto Maffei (Autor/a).

Alejandro Pradera (Traductor/a)

En la introducción hemos tomado lo siguiente:

“Para que un pensamiento cambie el mundo, primero tiene que cambiar la vida de quien lo concibe. Tiene que convertirse en ejemplo”

Anotado por Albert Camus

En Carnets, enero de 1942 marzo de 1951

Un día iba de Jerusalén a Jericó, o mejor dicho, de Pisa a Lucca, en un autobús de la empresa Lazzi: los apósteles se habían quedado en casa, cansados y desesperados porque el pueblo ya no los seguí, y los hombres pecaban, traicionaban, robaban, mataban exactamente igual que hoy en día; yo no paraba de rezarle al Señor para que me permitiera obrar un milagro y convencer a los hombres de que tenían que respetar los valores que Él les había dado, la honestidad, la solidaridad, el amor por el prójimo, decían, pero el Señor no me escuchaba porque al hombre se le había concedido el libre albedrío, un reglado demasiado grande y demasiado pesado, como dijo el Gran Inquisidor en Los Hermanos Karamazov

Repantigado en el asiento trasero del autobús, dejaba que mi pensamiento vagara por los senderos de la fantasía y de la memoria, y por las ventanillas veía los prados llenos de luz y de flores: la primavera había estallado de repente

Cuántos mundos hay en el mundo, el de las aves, el de los peces y el de los hombres y, dentro de este, el mundo de los ricos y el de los miserables, el de los enfermeros y el de los que empuñan un fusil. Busco al hombre, decía Diógenes el cínico (Sinope, 412 a. C. – Corinto, 323 a. C.), cuando salía por las calles y las plazas de la ciudad de Atenas a plena luz del día con su farol. En cambio yo, a bordo del autobús de la empresa lazzi, me buscaba a mí mismo, e intentaba recomponer estos collages de pensamientos confusos que se agolpaban en mi mente. Tenía un indudable sentimiento de rebeldía hacia una sociedad con la que no me siento en sintonía, dominada por el dinero, y donde la cultura obedece a unos contables que por su profesión son más sensibles a las cuentas que al pensamiento o a los sentimientos. Los hombres vuelven a adorar una vez más al vellocino de oro, han olvidado al Señor, y ya no respetan las palabras de Moisés, que acarrea con dificultad las pesadas leyes escritas en piedra, para que el tiempo no las borre, pero los hombres, como ocurre en el Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, se han vuelto todos ciegos, o tal vez es que ya no saben leer

Yo también, con mi estrecha visión de ciudadano, miope por mis ojos y por mi cerebro, atormentado por las dudas como todo ser pensante, veo las tablas de la ley hechas añicos, y quisiera llamar a Aarón para protestar e intentar remediar la situación, pero no veo a nadie y me quedo solo y desconsolado

No obstante, llevo conmigo mi ordenador portátil, un smartphone de última generación, no necesito a los apóstoles, puedo comunicarme con quien me apetezca, no tengo que acarrear las pesadas tablas de la ley, y gracias a Google puedo leer cualquier cosa que se me antoja en Internet, comunicarme con personas a las que no veo y que acaso ni siquiera conozco. Tengo la impresión de que es igual que comunicarse en el desierto, donde la voz se propaga sin obstáculos, pero se la lleva el viento, y se pierde en los oídos sordos de la arena

En este espíritu de inquietud y de rebeldía se me antoja que lo de estar cerca de todos y de todo ha destruido o deteriorado la maravilla ante lo nuevo, ante el encuentro, y cuando uno pierde el don de maravillarse se vuelve pobre, incluso tal vez desesperado, y se pregunta cuál es el sentido de su viaje terrenal si se le priva del deseo de explorar. Paradójicamente, la tecnología y la globalización ha creado soledad, provocada por un exceso de estímulos, por una saturación de todos los receptores, y en particular de los auditivos y visuales, que inducen una actividad frenética del cerebro, y con ello le han quitado espacio a la reflexión, o incluso han impedido la libertad del pensamiento, saturado por los estímulos sensoriales, como por ejemplo las conexiones a Internet o la televisión

Una soledad que podríamos denominar la paradoja de la soledad, puesto que en apariencia es todo lo contrario. Es la soledad de un cerebro que, solo en una habitación, envía y recibe noticias únicamente a través de mensajeros instrumentales informáticos, pero que a menudo ha perdido el contacto afectivo con los demás. El cerebro excesivamente conectado es un cerebro solo, porque corre el riesgo de perder los estímulos fisiológicos del ambiente, del sol, de la realidad palpitante de vida que le rodea

Esa es la soledad de los más jóvenes, pero también se ha creado una soledad casi inversa, aquella en la que los receptores con el exterior acaban crónicamente infraestimulados, lo que provoca una menor actividad cerebral y un funcionamiento deficiente del cerebro

En efecto, un cerebro carente de estímulos es un cerebro prácticamente en coma, porque es la estimulación, incluida la endógena, por ejemplo la estimulación procedente de la memoria, lo que incrementa la actividad cerebral, provocando la activación de múltiples cadenas moleculares, que son la base necesaria de la vida del pensamiento. Un ejemplo habitual es la situación de muchos ancianos condenados a una vida solitaria, debido a la moderna organización, o desorganización, de la vida familiar, y empobrecidos, también a raíz de los rápidos avances tecnológicos en el campo de las comunicaciones, que ellos no han sido capaces de seguir, y que en cambio son fácilmente asimilados por los jóvenes. La jerga técnica de la informática, propia de los hijos y de los nietos, llega hasta el extremo de dificultar la conversación en familia, si es que por suerte existe. Esa soledad puede ser también la causa o un factor determinante de patologías como la depresión o de distintos tipos de demencia senil. Y, como dice Martin Buber, la vida de un yo resulta difícil sin un tú. Ese tipo de soledad no es exclusivamente propia de los mayores, sino habitual entre ellos, y es la típica y común soledad de un anciano

Yo, que soy anciano, no me siento en armonía con este mundo. Me siento débil, y sin embargo soy fuerte en mis esperanzas y mis propósitos, y experimento un sentimiento de rebeldía contra la injusticia, contra las cosas horribles que me parece ver crecer en mi prójimo y en mí mismo

Los apósteles llevaban un mensaje de renovación, la buena nueva que iba a cambiar el mundo, devolviéndole la dignidad a los pobres, o por lo menos la esperanza de un futuro. Era la rebelión de Jesús con las armas del amor. Puede que también la buena nueva se pierda en los oídos sordos de la arena, y que también sea un engaño, pero ha señalado un camino, que no está empedrado de violencia sino de comprensión, y despierta ese mínimo de justicia y de moralidad que los genes han escondido dentro de cada uno de nosotros. Es posible que todas las palabras le hayan sido dadas al hombre para engañlarse a sí mismo y a los demás, como dice Voltaire (1694 – 1778), pero hay palabras consoladoras y palabras arrogantes: las primeras pueden ser un eficaz placebo en la enfermedad, y las segundas, su agravamiento. ¿Por qué razón la evolución habrá pensado en las palabras? Los animales, que carecen de ellas, se comunican entre sí a grandes rasgos, pueden comunicar violencia, ferocidad, dolor, pero nunca engañan ni mienten. Cabe destacar que el lenguaje de signos de los sordomudos es más genuino, y no logra ocultar las emociones y las mentiras, miente aunque se esfuerce por no dejar traslucir sus emociones, como por lo demás también ocurre con la circulación cerebral,  que sin embargo resulta más difícil de detectar. El cerebro, más antiguo que las emociones, no es capaz de mentir

Pero el desarrollo más reciente del hemisferio del leguaje, del hemisferio de la racionalidad, permite hacer malabarismos con las palabras a nuestro antojo para superar la barrera de la racionalidad de nuestro interlocutor y engañarle, estafarle. Ese juego, el de engañar al prójimo, es tal vez uno de los más laboriosos de la inteligencia. A menudo se invocan la claridad y la transparencia de los contenidos en los mensajes políticos o administrativos, porque el ciudadano tiene derecho a saber la verdad, pero todo lo contrario, tanto los políticos como los burócratas han inventado su propio lenguaje, abstruso y difícil, carente de racionalidad comunicativa, precisamente para que el mensaje resulte confuso. Se llega al absurdo de que hagan falta especialistas para interpretar sus discursos o sus escritos, e incluso los propios burócratas raramente coinciden en sus interpretaciones. El cerebro, el sentido común, la crítica, la honestidad están en rebeldía

Cuando la palabra pierde su aura de cuento, cuando apunta directamente a la maquina de la razón, entonces es ciencia. No obstante, también en ese caso se recurre, o se debería recurrir, a la descripción matemática o al lenguaje de la lógica para estar seguro de no caer en las trampas de la palabra. La palabra se parece al enamoramiento, una trampa maravillosa: es como si, en palabras de José Saramago a propósito de la vida entera, en un determinado punto de su camino, la evolución hubiera decidido que, para ser hombres, era necesario asumir riesgos, y nos hubiera regalado esa trampa

No obstante, el hombre se dio cuenta de que la palabra viajaba por el aire y con el viento hasta una distancia bastante limitada, casi exclusivamente hasta que uno podía ver a su interlocutor

Quiso entrar en la obra de Dios y mejorarla, para poder hablar muy lejos, al otro lado de los océanos, para poder enviar mensajes a cualquier lugar y a una velocidad increíble, para poder comunicarse incluso con los hombres en el espacio

Si las palabras pueden ser el medio para engañarnos a nosotros mismos y a los demás, los medios de comunicación inventados por el hombre no le van a la zaga. Por añadidura, tienen el agravante de que no es posible medir la resistencia eléctrica de un interlocutor distante ni aplicarle técnicas de neuroimagen. El progreso de las comunicaciones ha traído consigo como efecto secundario negativo también el aumento de las posibilidades de engañar al prójimo

Las sirenas de los medios de comunicación, esa nueva categoría de prostitutas, muy a menudo están a sueldo de los empresarios adinerados y de los bancos, o peor aún, de la propaganda política de un dictador. A veces esos medios están en números rojos pero, en contra del sentido común, reciben subvenciones porque resultan indispensables para la manipulación del pensamiento. Es cierto que existen medios de comunicación que intentan sacar a la luz los grandes engaños, pero son de una fuerza menor, y en lo referente a la prensa escrita, tarde o temprano no tienen más remedio que cerrar, como estamos viendo constantemente

Estoy en rebeldía y me da miedo pensar en un posible aumento drástico de mi oscilante tensión arterial

Ya es de noche, me asomo a la ventana y debajo del cerezo, con el calorcito de mayo, las luciérnagas han hecho su aparición. Es una alegría para la vista y para el alma, y mis recuerdos se centran en los héroes de mi juventud y en Pier Paolo Pasolini, que, con sus ojos de poeta había vislumbrado posibles desastres. Atrapo una luciérnaga y, como hacia de niño, la pongo debajo de un vaso, para que mañana me regale por lo menos ¡una pizca de esperanza!

ÍNDICE:

Introducción

1.

La gran telaraña

2.

¿Qué diría Galileo?

3.

Idolatría del dinero

4.

Condenados a dormir

5.

Plutocracia

6.

La rebelión de la razón

Créditos

FICHA TÉCNICA:

1 libro

128 páginas

En formato de 12 por 18 cm

Pasta delgada en color plastificada

Primera edición abril 2017

ISBN 9788491047049

Autor Lamberto Maffei

Editor Alianza

 

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